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CONTEMPLAR RELACIONARME MEJOR

Este tercer proceso es la vida misma, es el tiempo en que se concreta lo que hemos descubierto al hacernos conscientes de la experiencia vivida en el primer proceso y de optar por hacernos discípulos de Jesús en el segundo. Estos procesos nos han ayudado a descubrir en nosotros la fuente de humanización, fuente que no viene de fuera, ni de otra realidad, ni por exigencia moral, sino en el Espíritu de Jesús que nos habita.

Los cristianos tenemos que reconocernos hoy más como buscadores de sentido, que como poseedores de una verdad que nos dispensa de los riesgos de tener que decidir. Es decir, aprender a mirar nuestra fe y entenderla como la adhesión a un sentido posible. Entre otros aspectos.

Nosotros seguimos al Señor, que es Camino, Verdad y Vida, no es una doctrina. El Espíritu es espíritu de Vida, nos habla en lo cotidiano. El Espíritu actúa no solo en el seno de la Iglesia, sino también en toda la familia humana, en todo el mundo, esto es crucial para comprender la misión de la Iglesia y nuestro lugar en la sociedad. Es creer que Cristo no ha muerto en vano y que él ha resucitado. Es creer que él está en proceso de salvar-liberar el mundo por la fuerza de su Espíritu.

Pero una cosa es vivir “en el Espíritu”, en cuyo caso todo depende del Espíritu, poco importa saberlo o no, y otra cosa es “vivir según el Espíritu”, es decir, ser conscientes de la presencia del Espíritu” como nos propone la tradición cristiana. A esto queremos contribuir tras el trabajo de actualización de las Ejercitaciones del P. Lombardi. Por eso en este tercer proceso para “vivir según el Espíritu de Jesús” se pretende que nos ejercitemos en la contemplación y el discernimiento.

Ejercicios de Contemplación

Antes que nada, tenemos que ser contemplativos. Si la Iglesia, si nosotros, no comenzamos por reconocer la presencia del Espíritu en la vida ¿Quién lo constatará? Esa sensibilidad contemplativa es la que nos ayudará a percibir los destellos del Espíritu de Jesús en medio de este mundo cambiante e indiferente. Esto es una actitud que nos hemos de trabajar.

Cuando decimos que queremos seguir a Jesús no se trata de seguir a un líder que desde fuera nos marca el camino, sino descubrir la experiencia más profunda en la que Él se sentía habitado por Dios y tratar de vivir y compartir dicha experiencia. La morada de Dios no es el templo, sino la persona, somos hogar de Dios (Jn 14, 23), el hecho de que Dios habita en nosotros es la base de toda persona creyente, aunque la verdad es que se trata con poca frecuencia, porque lo hemos relegado al mundo de los místicos.

La contemplación, pues, no es sólo una forma de oración. Quien se introduce en la contemplación es contemplativo, en la oración como en sus otras ocupaciones. Los períodos de oración en quietud son necesarios para llegar a la contemplación. Sin éstos no será posible, a menos que la persona sea destinataria de una gracia especial. Pero una vez iniciada, la contemplación se va difundiendo poco a poco, penetrando e iluminando toda la vida.

Introducción  a la vida contemplativa

  1. El encuentro con Dios y experiencia de uno mismo
  2. Yo – Las otras personas – Dios
  3. La referencia: Yo y Dios
  4. Vaciarse – Contemplar
  5. La redención
  6. La disposición para el sufrimiento
  7. La orientación hacia Dios
  8. El perdón
  9. El nombre de Jesucristo