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DISCERNIMIENTO VS SERVIR MEJOR

El discernimiento no es una nueva moda en la Iglesia. Pertenece, más bien, a la misma esencia de la fe cristiana. San Pablo lo sitúa en el centro mismo de la relación del ser humano con Dios: “Y no os acomodéis al mundo éste, sino dejaos transformar con la nueva mentalidad, para ser vosotros capaces de discernir lo que es voluntad de Dios, lo bueno, conveniente y acabado” (Rm 12, 2)

Discernir el dinamismo del Espíritu de Jesús, que puede hacerse de forma personal o en común, es lo que permite situar a la persona en el mundo con unas claves evangélicas, pero no solamente en el mundo espiritual o religioso, sino también en el mundo real, familiar, relacional, laboral, social, político… Hacer discernimiento es hacerse cristiano.

La función del discernimiento es la de edificar el puente entre la vida, mensaje de Jesús y las acciones concretas, no “bautizando” la prudencia humana, sino interpretando de manera profética la Palabra existencial de Dios en los acontecimientos.