Skip to main content

Las experiencias positivas nos fortalecen

By 08/11/2013Experiencias

Un sábado, como otros muchos, nos reunimos a cenar en nuestra casa un grupo de amigos. Somos los amigos de toda la vida, los que hemos compartido nuestra trayectoria humana, nuestras vicisitudes, nuestras historias, nuestras ilusiones y también nuestras decepciones y dolores. Somos diversos, 6 personas, dos matrimonios, 1 separada y una soltera. 2 profesores, 1 dedicada al magisterio, 1 ama de casa, 1 encargada de almacén y 1 trabaja en la banca.

Cuando tenemos oportunidad de reunirnos, como es normal, hablamos de nuestras familias, de las situaciones generales, del ambiente, de las cosas que nos han pasado. Ayer después de compartir la cena que habíamos preparado, tomando el café y las infusiones, saboreamos un resto de pacharán que unos buenos amigos navarros nos regalaron este verano en la Rioja. Pero no es el café, ni el pacharán, lo que sobresale de la noche de ayer. Como surge en muchas de las reuniones de amigos, unas situaciones nos llevan a otras y al final terminamos hablando de la nefasta situación económica, los recortes, las angustiosas  situaciones que viven muchas personas, la macroeconomía y la microeconomía que no nos ayudan a vivir.

Cuando el pesimismo del determinismo económico parecía que nos había ganado la noche, una de las personas de forma espontanea pregunta a la persona que tiene al lado: “¿Y cuál es la buena noticia de esta semana que puedes contarnos?” Inmediatamente nos narra que después de muchos años, había podido encontrarse con un antiguo amigo marista, y que el jueves estuvieron cenando.  Con toda naturalidad el resto comentamos y preguntamos sobre lo que nos había narrado.

Había una pregunta en el aire. Más pronto o más tarde tendríamos que responder, a no ser que entre la conversación nos olvidásemos de ella y la pasáramos por alto. El problema interior que me surgía no era el miedo a narrar, sino  tener que hacer el esfuerzo en reconocer qué bueno había pasado en mi vida, que pudiera compartir con mis amigos. Algunos nos hacíamos los remolones, pero la pregunta continuaba en el aire y cuando la conversación lo permitía alguno de nosotros decía: ¿Y tú, que bueno tienes que contarnos?

Que después de meses había vuelto a la parroquia y había entrado dentro encontrándome con personas que hacía mucho tiempo que no veía. La salud física me acompaña y ya puedo levantarme y me permite moverme. Después de tiempo he tenido oportunidad de compartir  con mi tío y mi primo y después de un trabajo que hemos realizado conjuntamente, nos hemos ido a almorzar juntos.  El fin de semana pasado estuve de despedida de soltera de una de las últimas compañeras de trabajo que se han incorporado al centro, junto a otra compañera pudimos disfrutar de una agradable y divertida mañana, sintiéndonos unidas a la alegría que para ella supone este acontecimiento. La constatación de que un trato agradable y una disponibilidad de ayuda a las personas, con nombre y cara concreta, aun en el banco, hace que las personas se sientan mejor y liberadas de un peso que en ocasiones les oprime.

Todo esto fue lo que compartimos, sentados alrededor de la mesa, con toda naturalidad, entre risas, café, y cava.  No hubo análisis de situaciones, ni conclusiones. HABIA VIDA. Para el cava, como es tradicional, un brindis: Por los amigos. Y continuamos hablando hasta que alguien miro el reloj y dijo…

Después de ayer pienso la cantidad de situaciones positivas que vivimos – buenos momentos dentro de la cotidianeidad-  y lo que nos cuesta reconocerlos.

La sabiduría popular dice que las situaciones difíciles y dolorosas nos marcan y nos hacen fuertes. Las experiencias agradables que vivimos nos tienen que marcar para que nos ayuden a fortalecernos también. Solo cuando dejen marca pueden producir su efecto, y para que dejen marca tenemos que aprender a reconocerlas y narrárnoslas.

Bernat.

Leave a Reply