Hace pocos días salíamos mi marido y yo a pasear con nuestra nieta Júlia. Estábamos en fiestas locales y por ese motivo visitamos un pequeño mercado medieval en una de las plazas de nuestro pueblo. En ese mercado había unas atracciones para los más pequeños.
Al llegar nos hacia ilusión que Júlia montara en el tiovivo y al acercarnos vimos que estaba parado, según contaban los presentes al chico que lo manejaba se le había terminado de hacer añicos el teléfono móvil al dejarlo cerca del mecanismo que hacia funcionar el tiovivo.
Cambiamos de atracción y decidimos subir a nuestra nieta al barco vikingo. El chico que lo accionaba, que terminaba de perder su móvil, se acercó muy serio comentando en voz alta su disgusto. Un chaval joven que hablaba para si de sus pocos recursos y no sabía ahora que haría sin su móvil donde lo tenia todo, hasta tal punto que en un momento dado rompió a llorar. A todos los que estábamos cerca nos transmitió tal desamparo y desolación que una chica que había subido a su hija a la atracción le ofreció su móvil por si quería hacer alguna llamada, cosa que él agradeció. Pero ese no era el problema. A continuación la pareja de la chica Read More