A lo largo de mis años como animador espiritual en el Servicio por un Mundo Mejor, he descubierto que mi trabajo no se basa solo en las palabras que digo, sino en mi capacidad para escuchar. Para mí, escuchar es un acto profundamente transformador, tanto hacia los demás como hacia mí mismo. He aprendido que «la voluntad de la escucha es proporcional a la capacidad de expresar mi palabra», y este principio ha guiado mi vida y mi servicio.
Con el tiempo, he comprendido que, para acompañar espiritualmente a otras personas, primero tengo que aprender a escucharme a mí mismo. Si no soy capaz de sintonizar con mis propias inquietudes, sentimientos y necesidades, difícilmente podré estar disponible para escuchar a los demás. Esta escucha interna no es un simple ejercicio mental; es una práctica que se expresa en la narración, en la que me digo lo que pienso, siento y vivo. Requiere tiempo y disposición para escuchar lo que mi propio corazón me dice, porque es en esa escucha donde encuentro las palabras que luego podré ofrecer a los demás.
También he percibido que mi capacidad de hablar con sentido y profundidad depende directamente de esa escucha interna. Cuanto más me escucho a mí mismo, mejor puedo entender y conectar con quienes me rodean. Mis palabras no son repeticiones vacías, sino respuestas vivas, moldeadas por la comprensión que surge de la escucha atenta. Es como si mi palabra cobrara vida cuando nace del silencio de haberme escuchado primero a mí mismo, y luego, a los demás.
He vivido muchas experiencias que me han enseñado que el escucharme me lleva a escuchar de una manera más profunda a las personas. Escuchar con el corazón implica estar presente sin juicios, con una apertura total al otro. Ya sea con jóvenes en busca de respuestas, personas en momentos de crisis o alguien que simplemente necesitaba ser oído, me di cuenta de que la verdadera escucha va mucho más allá de oír palabras: es estar ahí, completamente disponible, presente en cuerpo y alma.
Con el tiempo, también vislumbrado que mi capacidad para escuchar a los demás está directamente relacionada con mi habilidad para expresarme. Si no puedo hablar, si no siento que tengo la posibilidad de expresar mi propia palabra, mi voluntad de escuchar se debilita. Existe un equilibrio natural entre hablar y escuchar, una reciprocidad que debe ser respetada. Cuanto más escucho, más siento la necesidad de expresarme, y, a su vez, cuanto más hablo desde el corazón, más me abro a escuchar a los demás. Es una danza continua entre ambos actos.
Esta relación entre escucharme y escuchar a los demás me ha confirmado que mi capacidad de palabra, y mi habilidad para ofrecer orientación espiritual con autenticidad, es un reflejo directo de mi dedicación a la escucha. Las palabras que nacen de una escucha profunda tienen un poder que no se puede lograr de ninguna otra manera. No son simplemente palabras, sino el fruto de haberme escuchado a mí mismo y a los demás con atención y respeto.
En los últimos años, en nuestro Servicio de Animación Espiritual, hemos trabajado para desarrollar los Itinerarios, caminos que invitan a vivir la experiencia de la escucha y la toma de la palabra. Estos Itinerarios nos han enseñado que, para ser un buen acompañante espiritual, uno debe primero aprender a escucharse a sí mismo, porque solo entonces podemos escuchar de manera auténtica a los demás. Estos procesos incluyen prácticas de escucha activa, empatía y la creación de espacios seguros donde las personas se sientan verdaderamente escuchadas y comprendidas.
Sobre todo, esta comunicación espiritual, esta escucha profunda, es la que tiene el poder de transformar vidas. Al crear un espacio y un tiempo donde cada persona pueda encontrar y expresar su propia voz, facilitamos ese encuentro transformador entre la escucha y la palabra.
Nacho
Empiezo este comentario señalando que lo que manifiesto son mis sentimientos y reflexiones, tras la lectura reposada y de más de una vez, sobre tu aportación. Ello me lleva tras un tiempo de meditación y reflexión personal, a narrar lo sentido y vivido.
Quiero también agradecer estas entradas en el blog, ya que me están ayudando a trabajarme interiormente.
En este caso de la escucha, señalas aspectos que me han resultado muy llamativos e interesantes tales como:
• La necesidad de empezar la escucha por uno mismo. ¿Si no sé escucharme a mí, difícilmente tendré capacidad de escuchar a otros.
• La relación de dependencia entre la capacidad de escucha y la capacidad de expresión.
• La práctica de la narración, como trabajo para desarrollo personal y para facilitar la escucha de otros.
Personalmente me ha sido difícil escuchar, soy inquieto, me cuesta permanecer pasivo, y escuchar requiere paciencia para recibir lo que el otro quiere transmitir y respeto a sus ritmos, sus silencios, sus sentimientos, etc. Este ha sido y sigue siendo un proceso que he tenido que trabajar con paciencia y que he de seguir trabajando. En este proceso me encuentro, cada vez me está costando menos escucharme a mí mismo, y a medida que voy adentrándome en mis meditaciones, me va resultando más fácil y noto como me siento mejor. También me está ayudando a ser más atento y paciente ante los demás, de manera que mi capacidad de escucha va siendo mayor y más respetuosa.