Podríamos afirmar que una de las aspiraciones profundamente humanas es poder comunicarse. Creo que vivir es comunicarse. Pero curiosamente en la era de la comunicación, oigo decir a gente muy sencilla, que no hay comunicación, que resulta dificultoso. Mi hermana ve a su hijo menor, a sus nietas y nieto siempre con el teléfono y con el ordenador, pero resulta arduo comunicarse con ellos, sencillamente porque no tienen tiempo. Claro que el tiempo se mide por los intereses.
Yo me pregunto ¿por qué encontramos tanta dificultad para comunicarnos? ¿Será verdad que no hay espacio y tiempo para la comunicación? ¿Por qué nos resulta tan espinosa la comunicación entre los sacerdotes? ¿Seré yo el que tengo dificultad? ¿Qué experiencia de comunicación tengo en la familia, en la vida social, en la pastoral…? ¿Cuándo considero que hay comunicación?
Yo creo que hay comunicación cuando hay “inter-cambio” entre personas. Comunicación significa compartir, poner en común. Yo comparto lo que pienso, siento, deseo… y la otra persona me acoge y se siente libre para poder expresar aquello que vive, piensa, siente… Claro que en la vida real no sucede tan fácilmente así. No es una cosa tan simple. Yo cuando me acerco a otra persona puedo tener una intención, tal vez quiera conseguir algo de la otra persona, me siento estresado, he reñido con alguien, o estoy enfadado conmigo mismo… Y la otra persona tiene su propia situación, tiene otros intereses y preocupaciones… La cosa pues se complica.
Pero la verdad es que cuando miro la realidad concreta de mi vida de relación, reconozco que me están influenciando las nuevas tecnologías de comunicación, cuando el práctica vivo la comunicación como si fuera transmitir un mensaje con el que quiero enseñar, convencer y hasta quiero convertir… a los fieles-destinarios. A veces reconozco que caigo en esa tentación, cuando no tengo en cuenta a las personas a las que me dirijo, tomo precipitadamente decisiones sin contar con los compañeros del grupo, no estoy lo suficientemente presente y no tengo en cuenta las personas…
Me voy convenciendo que la comunicación es un arte, lo cual es maravilloso. La comunicación supone primero no estar sólo, es poder hablar y ser oído y reconocido por otra persona. Esto supone que al acercarme a otras personas no puedo hacerlo con la misma actitud como cuando voy a poner en marcha el televisor, uno de tantos artilugios. Tengo que aceptarme, disponerme a la escucha activa, a decirme lo que le digo a las otras personas, situarme en actitud de disponerme a acoger las otras personas en su situación, interesarme por ellas, acoger su respuesta directa o indirecta que se expresa con silencios, gestos y signos.
En definitiva voy constatando que en la comunicación de talla humana el mensaje no es un medio, sino que es la misma vida compartida, por eso la comunicación me está ayudando a vivir y crecer como persona. Reconozco que a lo largo de la vida he aprendido más de la comunicación con las personas, que de los libros. De ahí que considere la comunicación de talla humana un referente para el ministerio presbiteral a la hora de realizar la “nueva evangelización”, a la que se nos está invitando.
En estos años cargados de experiencia me digo a mí mismo: si quieres comunicar el Evangelio de Jesús y no transmitir una simple noticia intemporal y un anuncio vacío, he de asumir el evangelio y hacerlo mío, “encarnarlo” de forma que mis pensamientos, mis deseos, mis actitudes, mis comportamiento, mis palabras… hagan visible la “buena nueva” de Jesús.
En ese sentido yo estoy convencido que la nueva evangelización no consiste en acrecentar predicaciones, cursos, sesiones, vigilias… sino una comunicación de talla humana que por medio del Espíritu de Jesús haga visible y actual la buena noticia de que somos amados por el Dios-Padre. Esto es lo primero, pero no lo único que tengo que hacer. Además tengo que actuar por un mundo más justo, dar razón del sentido de mi manera de vivir, hacerme presente en la periferia, respetar y cuidar la madre tierra…
El tema de la COMUNICACIÓN entiendo que es arduo y difícil en el día de hoy, no se si sabré expresar correctamente lo que pienso de ello.
Vivimos en un mundo totalmente materializado, en el que damos mayor protagonismo al cuerpo y a la satisfacción física que a la espiritúal; nos dejamos arrastrar por la conversación fácil e intrascendente, que no suponga esfuerzo ni compromiso; nos dejamos llevar por las nuevas tecnologías, especialmente por la «CAJA TONTA» que todos tenemos en casa; la publicidad y los mercados nos comen el coco; el tener mas y mejores comodidades y no poder alcanzarlas nos llevan de cabeza; no se, podríamos enumerar infinidad de cosas similares.
Para tener una COMUNICACIÓN, pienso que hay que tener una predisposición a ello, ir con un espíritu abierto, el ver a la sociedad de otra manera, muchas veces pienso que vivimos en la soledad dentro de una gran multitud, vivimos a una velocidad de vértigo que no nos da tiempo a nada. En una ocasión me comentaba una amiga :»VAMOS SIEMPRE CORRIENDO PARA IR A NINGUNA PARTE», y es verdad.
Deberíamos aprender a frenar a menudo nuestro ritmo y mirarnos hacia dentro, creo que esto nos daría una sensación de bienestar y relajación y nos daría ocasión de ver nuestra parte espiritual que tan abandonada tenemos.