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El conflicto oportunidad de humanización

By 26/03/2015Experiencias

Conflicto1Una de las facetas de la vida, que desde hace algunos años trato de practicar, es la atención plena, es decir, estar presente y ser consciente de lo que me sucede y para ello un medio, que me está ayudando mucho, es narrar y compartir aquello significativo que vivo. El hecho de narrar me ayuda a hacerme más consciente, sobre todo de mis sentimientos, y el compartirlo es un acto de generosidad creativa, en tanto en cuanto es una de las formas de compartir gratuita y desinteresada, puesto que se puede conectar empáticamente y, a la vez, despertar o evocar situaciones semejante en las personas, con lo que se establece una corriente de cercanía profunda en la distancia.
Desde hace algún tiempo me está preocupando una situación que se está dando en uno de los grupos de los que formo parte. Se trata de una persona que lleva unos quinces años de voluntaria y que, por la edad y otras circunstancias, se le ha buscado una suplencia para que pueda desempeñar el rol que ella desempeñaba y al que se aferra con cierta resistencia. Esta es la situación.
Pero como en toda situación humana -y el conflicto lo es- entran en juego las relaciones humanas. Es precisamente ahí en las relaciones donde se dan los conflictos, no en las ideas, aunque frecuentemente manifestemos nuestras discrepancias en el rechazo de lo que la otra persona piensa.
En el conflicto, al que me estoy refiriendo, cuando tomó relieve lo primero que he hecho es preguntarme cómo me sitúo y me siento yo en relación con cada una de las personas que de alguna manera intervenimos en dicha situación conflictiva.
Después he tratado de descubrir y reconocer por medio del diálogo como se sitúa y siente cada persona. En una primera aproximación he descubierto una variedad de posturas que va desde lo que piensa y siente la persona implicada –consciente de que todas personas que tenemos alguna relación estamos implicadas- hasta lo que piensan y sienten las personas que se relacionan menos con ella; todas coincidimos –también la persona principalmente afectada- en que tiene que salir del grupo.
La persona que se siente directamente implicada está afectada -cómo no puede ser de otra manera- tiene sentimientos de tristeza, de nostalgia, de reconocimiento… y es normal que esté muy sensible a todo cuanto se haga y se diga al respecto.
Las otras personas que participan en este escenario, las hay que han estado poco tiempo conviviendo en periodos cortos de relación directa, otras personas han compartido mucho más el día a día con ella. Hay ciertamente una variedad de reacciones y afectos. Están las que han chocado más o menos -con la persona implicada- por el carácter, la manera de ver e interpretar la vida, ciertas reacciones y comportamientos. Este choque afectivo -base del conflicto-, que se ha manifestado no tanto cuando se tomó la decisión de que tenía que salir, sino sobre todo a la hora de realizar dicha salida.
He percibido urgencia en algunas personas, necesitaban fijar el día y hora precisa de la partida, argumentando que si no se realiza pronto la convivencia se deteriorará en gran manera, que el retraso de su partida va a repercutir en la persona o personas que van a suplirla. Otras personas, más sensibles o porque han pasado por un trance semejante, se han mostrado más abiertas y comprensivas mirando el tiempo que la persona necesita para hacer el duelo de la salida, ya que en cierto modo es una posición forzada, tiene que irse porque hay que irse, no porque lo desea, a nivel afectivo.
Estoy viviendo este periodo con serenidad, he tratado de relacionarme con la persona, de aproximarme más, de escucharla, de no separar la partida, de la persona que parte, cosa que en algún momento he sentido la tentación y, tal vez, en alguna ocasión he estado tentado de mostrarme más tajante y rotundo, pero tengo que decir que no he caído en la tentación a pesar de que, a veces, sentía la presión de algunas personas que insistían en que había que decir “las cosas claras y concretas, determinar el día de salida, porque parece que no se ha enterado”. La verdad es que no sé quién es el que no se ha enterado.
Lo que me parece importante en este conflicto -creo que también en otros- es que la persona que haga la función de moderación, como es mi caso (también las otras personas), me he sentido dentro de la situación, la he vivido desde dentro, me hecho consciente que yo he tenido parte en el conflicto bien por lo que dije o deje de decir, que incluso yo he contribuido de alguna forma al mismo por no haber dado suficiente información en el momento oportuno.
En este momento, que no es el final, reconozco que esta situación conflictiva ha sido una oportunidad de aprender que si la persona es el centro de la preocupación del conflicto, habrá momentos duros, tristes y hasta amargos, pero siempre hay una puerta que se abre.
Por eso sin poder decir que el conflicto se ha solucionado –expresión que no considero acertada pues todo en la vida es un proceso que no se puede cortar por momentos-, si puedo decir que me siento en paz conmigo mismo, me siento en paz con la persona implicada, también con las otras personas del grupo, siento que todas formamos parte del escenario y todas estamos llamadas a crecer y madurar humanamente, puesto que estoy convencido que los conflictos son una oportunidad de humanización, son como una señal de alerta, una invitación a renovarse como personas y como grupo.

Nacho

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