El pasado sábado 28 de septiembre fui testigo presencial de un acontecimiento, muy humano, que nos permitió a todos los presentes reconocer un signo de vida y esperanza.
Asistíamos a la entrada o “toma de posesión” de la parroquia por parte del nuevo párroco de la Sagrada Familia de Alzira, Enrique Alacreu. Dentro del ambiente festivo y emotivo en el que se desarrollo toda la celebración, hubo uno especial y significativo al final de la celebración, el abrazo entre el nuevo párroco y el imán del Centro Cultural Islámico de Alzira, Rashid Garbhi, que fue obsequiado por todos los presentes con una larga y emotiva ovación.
Un abrazo intereligioso, cristiano-católico con musulmanes. Es un signo más de un nuevo estilo de vida intercultural que se abre en nuestro horizonte concreto local. Es un signo de esperanza, porque es fruto de una fuerza interior de las personas empeñadas en construir una humanidad nueva, donde el centro sea la persona humana y la fe una fuerza que nos ayuda a expresarla y a vivirla, y no un medio que nos lo impida.
El martes 2 de octubre, aparecía como noticia de portada en el rotativo comarcal del Levante, una foto a cuatro columnas “El abrazo del imán y del cura en Alzira “. Y un amplio reportaje del acto y entrevista al sacerdote en la sección comarcal del periódico. Un acto muy humano, el abrazo, se ha convertido en extraordinario, porque es el abrazo de dos representantes de dos confesiones religiosas y de dos formas de entender la vida, es la alegría del encuentro de los que creen en una vida mejor, más humana, y más fraterna.
El acontecimiento no estaba preparado, yo mismo había tomado parte en la preparación de esta celebración, y el sacerdote lo único que propuso es que iba a invitar a los representantes de otras confesiones religiosas, como así hizo. Nos apercibimos de la presencia del imán al final, cuando el sacerdote dando las gracias entre los asistentes, vio que estaba de pie al lado de la puerta, y al salir a su encuentro se fundieron en un abrazo. El imán aprovecho y dijo por el micro: “la parroquia de la Sagrada Familia no era solo lugar de acogida para los cristianos, sino también para los musulmanes y para toda la sociedad alzireña que creen en la paz y el amor y trabajan por el bien del tejido social”. Es en la normalidad, en la naturalidad de la vida donde mejor aflora lo que llevamos dentro, y ese fue el testimonio de un nuevo estilo que brota desde dentro de las personas y hace que el encuentro, la alegría y la esperanza de unas relaciones nuevas construyan una sociedad mejor. No hablamos de teorías, ni grandes propósitos, hablamos de hechos sencillos, concretos que acontecen entre nosotros, y en concreto en nuestra Alzira.
No es el primer paso dado en este sentido de encuentro intereligioso, pero es otro paso más, tal vez con más resonancia, es otra puerta abierta y un puente en construcción, que permite que las relaciones de los alzireños, por la fuerza de las diferentes creencias religiosas sean más humanas.
Bernat Sanchis