Invitado a una parroquia a un encuentro de responsables de las pequeñas comunidades, cuando llegamos, entramos en la sacristía y estábamos compartiendo uno de los sacerdotes y yo, cuando de repente se presentó una joven madre, que llevaba en el brazo izquierdo algo envuelto muy cuidadosamente, pronto supimos que era un niño de meses y pidió al “padre” la bendición, pues acababa de ser operado el niño de algo muy serio y grave. Aún recuerdo, y creo que lo recordaré para siempre, el gesto de la madre, su mirada serena, confiada y llena de esperanza. Pareciera, eso pensaba yo, como que después de haber superado la intervención quirúrgica de su bebe no hubiese quedado plenamente satisfecha, como si esperara que Alguien más calmara su inquietud, acallara sus dudas, disipara sus temores, confirmara sus esperanzas. Solamente pidió la bendición para su niño, nada más. El “padre” hizo la señal de cruz, con delicadeza pero con la fuerza de trasmitir energía de vida, en la frente del niño y también en la de la madre y los abrazó; la mujer marchó sonriente y con paso firme y silencioso.
Quede conmocionado y pensé en mi interior y me preguntaba ¿era una acto de religiosidad o una expresión de fe? En el fondo mi interrogante era: esta madre qué espera que Dios le cure a su hijo o simplemente pone en manos de Dios la salud de su hijito y que se haga lo que Dios quiera? En aquel momento lo que sentí es que la religiosidad y la fe pueden ir unidas, cuando hay confianza, cuando no se pide la sanación, sino simplemente ponía su hijo, su sonrisa espontanea y sencilla, su gesto, su mirada, su sonrisa… todo era signo de que ponía a su hijito, al que tanto quería, en manos del Señor, sin pedir nada, sin esperar nada, simplemente le confiaba a “Dios-papaito”. En esas condiciones la religiosidad y fe las veía íntimamente unidas, la prueba es que todos cuantos estábamos allí quedamos “llenos” de confianza y ternura…
Después, a la hora de acostarme, me quede pensando, impactado aún por el hecho que había presenciado en la sacristía, desde nuestra Europa secularizada y laica, donde no se da esa religiosidad como deseo de Dios, sino que se da más bien la indiferencia (“vivimos como si Dios no existiera”)… Pensando, pensando llegue a esta conclusión que quiero compartir y proponer para el diálogo: yo creo que la secularidad de nuestra sociedad puede ser la oportunidad de descubrir y experimentar al Dios manifestado en Jesús como sentido de vida, superando la relación mágica que, a veces, aún tenemos del “Dios prodigioso y milagrero (es decir, un ‘dios’ a nuestro servicio). Estamos viviendo ese cambio y transición, por eso nos cuesta cambiar y abrirnos a experimentar al Dios que se ha manifestado en Jesús, no como Alguien que nos cura y protege (Dios poderoso), sino como Alguien que nos acompaña en la vida, que goza y se alegra con nosotros y por eso lo podemos experimentar como sentido de nuestras vidas, también de nuestras enfermedades. Por eso yo como creyente, que vivo la relación con Dios como sentido de mi vida, ante la enfermedad no me pregunto ¿por qué a mi Señor?, sino que más bien me hago esta otra pregunta ¿qué sentido tiene en mi vida esta enfermedad, este contratiempo…?
Este es el giro que estoy viviendo en esta etapa de mi vida: Dios no es la causa de lo que me ocurre, eso es imaginar a Dios como distante, todopoderoso, omnipotente…, sino que en la medida que más me confronto con el evangelio, descubro y siento que el Dios que nos ha manifestado Jesús, lo que hace es acompañarnos y confiar en nosotros, así de libres nos ha creado y desde esa confianza soy yo el que tengo que hacer frente a la vida y a la enfermedad y preguntarme ¿Qué quieres que haga, qué sentido tiene para mi vida esto…? Somos nosotros, como creyentes, los que nos tenemos que abrir a la voluntad de Dios, no es Dios el que se tiene que poner a nuestro servicio, pues la fe es saber que Él va siempre con nosotros. ¿Qué otra cosa es la fe sino esa confianza puesta en el Amor manifestado en Jesús?
En ese sentido la fe es la que tiene que llenar de sentido toda manifestación religiosa, de lo contrario, la sola religiosidad es expresión de querer ganarnos el favor de Dios, dando a entender implícitamente como si el Dios manifestado en Jesús fuese ajeno a lo que nos sucede en nuestras vidas y en el mundo.
Y PERDIO LA VIDA
Encuentro una gran comprensión en las cartas que nos ofrece últimamente Nacho.
En esta semana santa, el día de la final de copa, después del partido, dos jóvenes de Pedreguer, fueron a continuar la velada en Benidorm.
Sin más, uno de ellos, perdió la vida en una discusión, al clavarle un tercero un cuchillo, No me he preocupado por los detalles. Cuentan que palabras sobre el barsa antecedieron a su muerte en el acto.
El agresor tiene 38 años y el joven que murió a los 25.
Por desgracia estas muertes se repiten y si no son conocidos nuestros, pasan como una noticia más.
A lo que quiero llegar, es al funeral, sin misa, que se realizó en nuestra Parroquia, el viernes santo por la tarde.
Su padre, son siete hermanos, no pudo asistir porque le ingresaron, después de recibir la trágica noticia.
La Iglesia se llenó de personas jóvenes en su mayoría, en dsiposición receptiva, y en silencio.
Que sentimientos se despiertan en estas ocasiones? Que dice el Espíritu de
Jesús a cada persona? A cada persona de buena voluntad que quiere escucharle.
Carlos, el sacerdote, estuvo acertado eligiendo las lecturas y el salmo…. alma mía recobra tu calma y al dirigirse al público fué breve escogiendo sus palabras de Pablo. Su gesto fue abrazar a la madre.
Me impactó el silencio y el saber estar de todos los asistentes, a este acto que tuvo que suceder precisamente en Semana Santa.