Introducción
Mateo 18, 21-35
Relato mi experiencia vivida de perdón y la comparto:
Recuerda situaciones de personas o grupos de personas, a las que como sociedad tendríamos que pedir perdón…
Recuerda personas a las que la limitación, ignorancia o inconsciencia hayan podido causar algún mal al bien común…
Acepto mi pequeñez, y confiando en la misericordia de Dios Padre, ¿De qué me doy cuenta que necesito perdonarme y acoger el perdón, para seguir creciendo en humanidad?
Perdonarme siempre me cuesta más que pedir perdón, pues ello pone al descubierto mis debilidades, fracasos, exigencias, egoísmo, mis sombras y decepciones. Reconozco que cuando me cuesta perdonarme, es cuando mi ego se hace fuerte, yo diría es soberbia. Cuando me hago consciente de ello, me surge el pedir perdón a Dios y al hermano si le hice daño o me hice daño a mí misma.
Pido perdón por mi rebeldía, fruto de pensar y juzgar a los dirigentes por la dudosa gestión de la pandémia, o por lo menos esa era mi percepción al principio, por las muchas contradicciones e incoherencias.
Pido perdón por la falta de protección, para los que estaban en la primera línea de batalla, exponiendo sus vidas y la de sus famílias. Los médicos y enfermeras.
Pido perdón, por no haber orado lo suficiente por los que sufrían el Coronavirus y por los que perdían la vida solos y sus famílias. Cuánto dolor. Cuánta soledad, cuánto sufrimiento, Cristo está aquí en todos nosotros.
Perdón por los ancianos que perdieron la vida en residencias. Eran personas que gracias a sus vidas de sacrificio, hemos tenido una vida mucho mejor que ellos, y a quienes les debemos su lucha para que gozaramos de democracia.
Pido perdón por mis juicios, tal vez faltos de una mejor información.
Pido perdón porque yo he estado bien y no siempre pensaba en los que estaban en los que lo estaban pasando mal.
Ayer me impactó la carta de un joven médico valenciano, que se la escribió a su padre fallecido por Coronavirus, por falta de atención a pesar de ser médico de la SAMU, durante toda su vida entregado a salvar vidas, su esposa médico también así como sus dos hijos. Están desolados con una herida que les es difícil de cerrar. Se les debe petición de perdón, así como a su família.
Y tantas faltas de omisión como las ha habido de ayuda, perdón.
Perdón porque se volcó toda la atención al Coronavirus, y enfermos con otras patologías graves, han fallecido por haber pospuesto sus citas.
Perdonar a veces cuesta, cuando se te ha herido en lo más profundo, en el alma. Cuando quien te ha hecho daño es alguien a quien amas, según quien te hirió, cuesta más o menos perdonar. De todos modos, pienso que para perdonar con verdad, he de recurrir a la comprensión, aceptación sincera, todo ello ayuda a perdonar recurriendo en definitiva al amor al prójimo como a mí misma, aunque reconozco que algunos hechos o palabras, cuestan de olvidar, pues la memoria a veces traiciona, pero tenemos la capacidad para perdonar setenta veces siete como nos indicó Jesús.
Son muchos los grupos de personas a las que nosotros como sociedad y como grupo, también como persona tendríamos que pedir perdón:
• Tantos marginados, abandonados, sumidos en la miseria, a quienes les falta lo que a nosotros nos sobra.
• A aquellos países a quienes hemos olvidado, aprovechado sus recursos, reducido en su potencialidades…, y que han sido en parte quienes han contribuido a que nuestras sociedades sean prósperas, cultas y en cierto modo, lo que somos.
• A quienes por nuestra ignorancia y olvido sufren en residencias sin recibir el apoyo que merecen.
• Es posible que necesitemos pedir perdón, por aquellas veces que como grupo humano, nos hemos justificado pensando que nosotros hemos trabajado, y por eso tenemos cultura, medios, etc. mientras otros se han dedicado a no hacer nada…. Quizás debamos pensar que lo que hemos conseguido, aunque haya contribuido a ello nuestro esfuerzo, también ha podido depender de lo que gratuitamente se nos concedió por el sitio donde nacer, por generosidad de alguien, etc. Sería una buena reflexión que nos planteáramos por una parte dar gracias por lo que tenemos y también pedir disculpas por nuestro exceso de ego.
• Quiero también tener presentes aquellas personas o situaciones sociales que de forma no intencionada y a veces de manera inconsciente producen o crean dificultades a otras personas, así se me viene a la cabeza en este momento, la de veces que actuando como conductores de vehículos, ponemos en peligro la vida de otros o causamos daños sin querer. En otros momentos juzgamos y sentenciamos de manera que hacemos daño a otros.
• Otra situación que aparece en estos momentos, se encuentra en la de veces que maltratamos el medioambiente, o producimos daños a la naturaleza.
• Por todo ello creo que debo pedir perdón y reconocerme con dificultades.
• Personalmente no soy de los que van con la palabra perdón por delante, me cuesta reconocer que he metido la pata, en muchas ocasiones creo que tengo la razón y me cuesta respetar que otras personas tengan otra forma de ver y entender, es algo de lo que también debo arrepentirme y trabajarme para ser más sencillo y humilde en mis planteamientos, especialmente con los más cercanos.
• Este trabajo me está llevando a reconsiderar todas estas cuestiones y a tratar de buscar la forma de sentirme ayudado, perdonado y cercano a los demás, al tiempo que me reconforto conmigo mismo, todo ello por la misericordia de ese Padre que me ofrece sus brazos y apoyo para que me sienta más persona.
En estos momentos difíciles que estamos viviendo, tengo necesidad de pedir perdón, en primer lugar a los que han estado luchando en primera linea por salvar vidas, personal sanitario, de limpieza, mantenimiento, las fuerzas de seguridad, que se han expuesto a perder la vida por salvaguardar la nuestra, por saltarnos las normas y pensar sólo en nosotros mismos y nuestros propios intereses… Eso ha hecho que se colapsarán una y otra vez los hospitales, las ucis y haya muerto mucha gente sola sin la compañia de sus familiares.
Aunque he procurado cumplir las normas, si tengo la necesidad de pedir perdón cómo participe de está sociedad, por mi silencio y haberlos dejado que se sintieran, más solos y abandonados.
Las fiestas que se han hecho a escondidas, sin medidas de seguridad, sin mascarillas, sin guardar las distancias, cómo sino pasara nada, actos deportivos, manifestaciones negacionistas, algunos políticos alentando salir a las calles, me parece una falta de respeto a toda la sociedad que está intentando cooperar para que por fin esto acabe… perdón.
A nivel personal debo pedir perdón por no aceptar mis limitaciones, mi pequeñez, castigarme por no poder hacer «cosas»; debo aceptarme cómo soy y lo que soy y hasta dónde puedo llegar y esto continuo llevandolo regular a pesar del tiempo , he hecho camino de eso no me cabe ninguna duda pero a veces sigo sin aceptar mis condiciones.
A mi marido, Edu, por enfadarme cuando me dice que me dosifique, me enfado mucho porque en ese momento tengo la sensación de poder, pero después pago el precio, y no sólo yo, sino lo cargo a él porque ha de ayudarme a casi todo, levantarme, llevarme al baño, acostarme… En fin debo aprender a fiarme de las personas que me quieren e intentar aprender a dosificarme, que difícil, Dios mio es ser humilde…
Cuando soy capaz de peronar y perdonarme me inundo de paz y serenidad y una felicidad tranquila que sale de dentro que hace que todo cambie a mi alrededor.
Señor quiero hacerme más consciente de ese perdón que Tú me ofreces y que aporta a mi vida paz y esperanza.
Señor ayudame a aceptar ese regalo que has puesto a nuestro alcance y ayudarme a saber perdonar y perdonarme, cómo tú nos perdonas s nosotros
Amparo
En algún momento de la vida escuché que una cualidad de los santos era la de sentirse necesitados de perdón. Era una época en la que mi fe estaba cargada de magia. Pero pasado el tiempo lo voy comprendiendo. Cuanto más me conozco, y trato de desprenderme de mi ego, humildemente reconozco mis debilidades y mi necesidad de perdonarme. Y a la vez aceptarme como soy con los valores o fortalezas que como ser humano he recibido.
Reconozco que todo ser humano tenemos una capacidad de hacer el bien y de hecho sobresale lo positivo de lo negativo. Aunque con frecuencia destaquemos lo negativo.
Esto me ayuda a perdonarme y a perdonar.
Pienso en distintos campos o relaciones.
En las relaciones personales, cercanas, los desencuentros me producen emociones bastante fuertes y el pedir perdón o el perdonar lo tengo que elaborar haciendo una reflexión, a veces, bastante meditada. Sigue el ego funcionando. Pero creo que no son las más graves.
En esta situación de pandemia, son otras las necesidades de pedir perdón. Las personas que están sufriendo verdaderas necesidades, de salud, de trabajo, de vivienda… Les pido perdón a todas ellas. Hay grupos muy comprometidos en apoyarles en estos momentos. Les pido perdón porque pudiera compartir mucho más mi tiempo y mi bienestar.
Es momento de pensar la injusticia tan enorme que es la diferencia de posibilidades que tenemos.
Una frase que lo decía una persona entregada a los demás: Nos tendrán que perdonar “los pobres” por la ayuda que les damos.
Al rezar el Padre Nuestro, a veces cambio un poco la frase. Como la última estrofa de la Plegaria.
Enséñame a perdonar a los demás y a mí misma como tú me perdonas.
Comienzo por reconocer el alto grado de civismo de la gran mayoría de la población ante las restricciones que hemos tenido que soportar en este año de pandemia. Creo sinceramente que la pandemia ha sido una oportunidad para reflexionar respecto a lo que realmente es importante, pero, también es cierto, que ha sido un tiempo en el que nos hemos enfrentado a nuestras propias vulnerabilidades. Necesitamos de la misericordia para comprendernos y apoyarnos.
Como parte de la sociedad…
Pido perdón por las personas que inesperadamente han muerto víctimas del coronavirus. Los medios de comunicación y los responsables políticos, con nuestro silencio, han ocultado la dimensión profundamente humana de la muerte, presentando a la baja una fría cifra de muertos. Se me quedó gravado en el corazón las 50 “ataúdes” de una morgue que nadie reclamó. La imagen de la muerte que se ha dado es como el final de una biología, un cuerpo que llegue a su fin y no como el final de una biografía, el fin de una vida que se ha fraguado en el trabajo, en las luchas de cada día, en las ilusiones, sufrimientos y esperanzas compartidas… que demanda el acompañar en esa última etapa, escuchando, cuidando para vivirla con dignidad.
Por eso extiendo la petición de perdón, como parte de la sociedad, a los familiares que no han podido acompañar a sus seres queridos en su trance final. No basta un acto para honrar a los compatriotas que han perdido la vida. Es necesario recordar los hechos, los fallos, la tristeza, el dolor para poder ayudarles a hacer el duelo.
Pido perdón a todas las personas de la sanidad, que ha estado en primerísima línea, intentando salvar vidas. Pedir perdón, porque hemos vuelto a fracasar como sociedad, porque hemos vuelto a poner todo el sistema sanitario al borde del colapso, con lo que supone poner en riesgo también sus familias y amistades. Hemos fracasado porque sabiendo lo que teníamos que hacer, hemos actuado como si todo fuera una pesadilla.
Pido perdón por lo acontecido en bastantes residencias de ancianos. Casi la mitad de las personas fallecidas han sido de personas mayores que vivían en residencias, en circunstancias penosas, sin ninguna ayuda médica y de profesionales sanitarios, en la más absoluta soledad, sin la compañía y el abrazo de sus seres queridos. Una generación que había tenido una infancia y juventud nada fácil en los años de la posguerra, que con mucho trabajo y esfuerzo sacaron adelante sus familias; que hicieron la “transición” de manera ejemplar y generosa…
Como sociedad y como persona singular tenemos que comprender y perdonar a todas aquellas personas, o grupos de personas, que durante la pandemia han expresado o se han manifestado en contra de la situación de alarma, los confinamientos, horarios, hasta los que niegan la existencia del virus o se oponen a la vacuna. A más de uno puede chocar esta petición de perdón a estas personas o grupos, pero esto ocurre porque solemos mirar los sucesos con una mirada superficial, pero si se contempla desde dentro las cosas se ven de otra manera. La alarma prolongada que se estableció por los dirigentes políticos, por supuesto justificada, han creado una situación tan extrema e inhumana, que yo me he planteado estas cuestiones: ¿Quién no ha sentido rebeldía, rechazo, condena (interiormente, se suele decir) antes las imposiciones? ¿Acaso estas personas, que se rebelan, no hacen más que expresar de forma exterior lo que sentimos muchas personas dentro de nosotros mismos? ¿En cierta medida pedirles perdón no será una ocasión para reconocer que yo también sentía eso? ¿No tendré que perdonarme yo también en esta situación, y por tanto, perdonar a otras personas? No olvidemos que la reconciliación será siempre suma de lo diverso, del bien y del mal, luz y sombra…
También tengo que perdonarme a mí mismo, para poder perdonar. Esto no quiere decir que el origen del perdón está en mí, sino en la experiencia de ser perdonado por Dios y por personas concretas, esa es la fuente del perdón. Mi resistencia a perdonarme radica en el miedo de hacerme consciente de mis debilidades y de que no soy perfecto. Esta situación de pandemia me está ayudando a reconocer mis errores y dejar de justificarme o de culpabilizar a otras personas.
Por eso me perdono de haberme cuidado y protegido tal vez demasiado. Me perdono por no haber escuchado mejor a mis emociones y valorar su sabiduría. Me perdono por mis perfeccionismos, mis exigencias a otras personas. Me perdono por no haber sabido valorar lo que soy y lo que tengo, lo estoy haciendo un poco tarde. Me perdono por haberme dado cuenta demasiado tarde de que todos aquellos errores, equivocaciones y pérdidas forman parte de mi vida, del mismo modo que mis éxitos y mis alegrías…, He abrazado todas estas experiencias y las he asumido en esta etapa final de mi vida en paz y esperanza.