En el transcurso de estos últimos días he sido testigo de un hecho y de una información, que me confirman la urgencia y la necesidad de realizar un “pasaje” de lo aprendido a lo vivido.
El hecho sucedió en mi pueblo natal, era el día de San Vicente Ferrer, desde hacia mucho tiempo se venía haciendo una “procesión” solemne, con acompañamiento de la banda de música del pueblo y la participación de mucha gente, en la que se llevaba la comunión a los enfermos. Este año de 2012, por primera vez (así me decía un devoto “practicante”) no se pudo realizar, no por causas externas, hacia un sol radiante, ninguna prohibición de la autoridad pública, ni ninguna amenaza…, simplemente por que los enfermos que reciben la comunión con cierta periodicidad no lo quisieron, de ello soy testigo pues suelo llevar la comunión a algunos de ellos, cuando estoy en mi pueblo, y estas mismas personas me dijeron que no deseaban recibirla de esa forma “solemne”… Esto ha dado lugar, propio de los pueblos, a que circulen diversas interpretaciones, como no puede ser de otro modo. Hasta aquí la anécdota.
A los pocos días me traslado a Bélgica y, en mi primer día de estancia en este país, veo y leo en los medios de comunicación que el “movimiento scout católico” reunido en asamblea general había tomado la decisión de dejar el calificativo de “católico”. Hasta aquí la información de la noticia sin entrar en más detalles.
Estos dos eventos, entre otros muchos semejantes que están aconteciendo en nuestros días, para mí, tal como yo los vivo, los veo como una señal de que algo está cambiando, y que no es algo accidental. Yo creo haber superado la fase de la lamentación y voy entrando, cada vez más, en la fase de ver en ellos lo que de llamada y de oportunidad nos brindan. Concretamente, en referencia al hecho vivido en mi pueblo, para mí lo importante no es el que se realizara o no la procesión, lo importante es el acompañamiento a los enfermos y esto es más significativo y hace más visible en el mundo de hoy la fe cristiana, que la procesión…
Algo semejante siento ante la noticia, que un movimiento se llame o no católico, lo importante es cómo hace el acompañamiento a los jóvenes y a las familias, en la forma de realizarlo es como hace visible la vivencia de la fe cristiana…
En el fondo voy siendo consciente, cada vez más, que lo que importa no es ser fiel a lo aprendido, sino que tengo que prestar atención a lo que vivo, a cómo me relaciono… para poder dar sentido a mi vida y así poder compartirla. Pues la palabra evangélica es una palabra entre tú y yo, y no una doctrina o una explicación, sino que es evangélica en la medida en que yo te relato aquello que yo vivo a propósito del evangelio y que se convierte en Buena Nueva para ti.
Nacho, me ha gustado tu descripción de lo visto ultimamente con respecto a gritar a los cuatro vientos que somos católicos y tu reflexión sobre que eso NO es lo más importante. Lo comparto.
Dejando de lado las tradiciones eclesiales locales, que las respeto. Muchas veces es más facil colgarnos el cartel de «católicos» o «creyentes» y tener una actitud triunfalista ante «los otros».
Es más dificil vivir la Fe (sin tantos carteles y tambores que la anuncien como si fueramos los mejores del mundo) y ser testigos cotidianos del amor de Dios. Esto nos exige mucho más, nos exige entrega y nos exige amar.
No me asusta que nos vayamos quitando los carteles, me asusta dejar de ser testido del AMOR.
Esto implica para la Iglesia la renovación del desafío de una nueva y personalizada evangelización.
Respecto a la primera anecdota, quiero comprender (y/o explicar) la reacción de los enfermos que prefieren recibir la comunión sin «tanta solemnidad».
Hay mucha gente que se maneja bien en el contexto de lo codiano, sin embargo en los acontecimientos de mucho público, de protocolo… no se encuentran tan cómodos… tienen la sensación de que es un «teatro».
Y, como habemos gente para todo, otros sacan sus energias, su ardor (fervor) de las concentraciones multitudinarias. Hemos vivido, hace poco, la Semana Santa en Málaga y habia gente que se le ponía «el bello de punta» al ver pasar la imagen.
Ahora viene cerca un acontecimiento en el que se van a reunir más de un millón de personas: la romería del Rocío. Son muchas personas las que han tenido unas fuertes vivencias en este ambiente.
Yo, si quisiera ver la imagen de la Virgen del Rocío, preferiría ir a su ermita un día de diario (que, seguro, la vería).
En otro orden de cosas, sí que me gustaría ver en vivo y en directo el ambiente de esa romería en alguna ocasión.
El Viernes, como cada viernes del año, nos reunimos a compartir la fe y animarnos en nuestro vivir cristiano. En linea con lo que se concluye la reflexión de Nacho, quiero aportar que esta semana a partir de las lecturas del domingo, compartiamos como Pedro poco a poco va perdiendo el miedo y anuncia que el nombre de Jesús es el poder que hace el milagro.
La fuerza no está en nosotros, está en el nombre de Jesús. Nosotros somos quien llevamos el nombre de Jesús, el que es fuerza, el que transforma y el que hace milagros en la vida de las personas. ¿Pero que nombre de Jesús llevamos?¿Como lo presentamos?
El Buen Pastor conoce a las ovejas y ellas le conocen a él. El conocimiento solo puede ser fruto de la relación, de la inter-relación, solo en la medida que nos relacionemos iremos conociendonos. Concluiamos que, en la medida que nos relacionamos con las personas y la calidad con la que lo hagamos, estamos llevando el nombre de Jesús. ¿La fuerza que transforma? o ¿El tranquilzante que nos relaja?. Queremos que sea la fuerza, mejorando nuestras relaciones con todos los sers humanos.
Desde Alzira, para todos, un abrazo.