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4º. Saber pedir lo que necesitamos

By 14/03/2021Sin categoría

Introducción

Mateo 7, 7-11

Hago mi relato y lo comparto

Después de lo que hemos vivido en la pandemia, vamos a hacer un ejercicio de saber pedir lo que necesitamos de manera responsable ante nosotros mismos y ante Dios:
  • Expresar y justificar algunas necesidades principales de nuestra sociedad para seguir creciendo en humanidad…
  • Reconocer las conversiones más esenciales de nuestra Iglesia en general y en la más cercana…
  • Qué peticiones hacemos a nuestra familia…
  • Personalmente cuáles son mis necesidades más sentidas en este momento para transformarme y poder transformar…

Plegaria

4 Comments

  • Cristóbal dice:

    La lectura del material de esta 4ª semana de cuaresma, me ha sido muy interesante y beneficiosa. Esa idea de que contar con la colaboración de los otros es la base del proceso de humanización me parece muy adecuada.
    La necesidad de aprender a ser capaces de demandar y estar dispuestos a recibir lo que pueda venir de los otros o de Dios, me ha hecho mucho bien. Por otra parte me ha ayudado a reconocer que en la oración, soy yo el que tiene que cambiar y ponerme en sintonía para conseguir lo que necesito.
    Nuestras sociedades occidentales y especialmente la nuestra española, entiendo que tienen una importante necesidad de buscar una forma de ilusionarse para seguir creciendo en el proceso de humanizador, esto puede sonar a filosofía pero es una realidad que necesitamos sentirnos más humanos, más personas, más ilusionados. Estamos viviendo en un gran desencanto, en una crisis de miedo, de negatividad…, es fundamental que todo esto lo integremos, lo asumamos, e intentemos ponerlo en positivo, si no lo hacemos, corremos el riesgo de retroceder un el proceso de humanizador. Por otra parte creo que estamos ante una gran ola de individualismo, búsqueda del bien `personal y olvido del bien común, cuando el desarrollo del género humano, su evolución y su cultura son fruto de la posibilidad de trabajar y actuar en grupo, de ahí la importancia de mirar a los otros y situarlos en nuestro interés y búsqueda de colaboración. Es posible que sea precisamente en este sentido en el que nos está señalando el soplo del Espíritu en estos momentos.
    Si miramos a nuestras instituciones, adolecen de este mismo problema, Están cortas de miras, les falta perspectiva a larga distancia, están bloqueadas por lo inmediato y tienen perdido parte del horizonte. Así nuestra iglesia institución, nuestras parroquias, los feligreses que acudimos a ellas, estamos cortos de miras, necesitamos adaptarnos a los tiempos actuales y a las dificultades propias de este tiempo, conviene hacer un trabajo de discernimiento que nos lleve a interpretar lo que los signos y el soplo del Espíritu está propiciando ahora.
    Conviene que como personas, como grupos y como instituciones, nos convirtamos a las nuevas situaciones, probablemente necesitamos una conversión de nuestra fe.
    Me llama mucho la atención que nuestros templos sigan anclados en dar respuestas ya superadas, a los problemas que la pandemia está planteando, seguimos buscando soluciones a problemas anticuados, como ejemplo hoy leo que la catedral de Valencia ha resuelto el problema de tener agua bendita en los templos, mediante unos dispensadores que la proporcionan individualmente y sin contagio. Me parece bien y correcto el avance tecnológico en el tema, pero creo que no es esencial. Sin embargo seguimos obviando y olvidando, la imperiosa necesidad de una profunda renovación litúrgica en los temas nucleares de nuestras celebraciones, de manera que sean cercanas a las necesidades de las personas y que respondan a las demandas de estos tiempos.
    En cuanto a mi relación familiar es quizás donde mayor necesidad siento de modificación personal, por eso quiero pedir cierta conversión de mis actitudes y comportamientos para convertirme en un servidor de la necesidades que se generan a mi alrededor. Soy consciente que desde una perspectiva intelectual, lo tengo relativamente claro, pero a la hora de ponerlo en práctica, todo es más dificultoso y ahí, suelo fallar. Quiero pedir a mi familia y a los que tengo cerca, que me muestren con claridad lo que pretenden de mí y lo que esperan que pueda darles.
    En la medida que consigamos establecer cauces de diálogo, se flexibilicen las relaciones con los más cercanos y también con aquellos con los que me relaciono, podré mejorar como persona, como creyente y podré crecer en humanidad.

  • Nacho dice:

    Si miramos a la sociedad, tenemos que reconocer que partimos de realidades sociales muy distintas: mientras que unas personas hemos podido tomarnos este confinamiento casi como un retiro espiritual, otras personas se han visto empujadas contra los límites de la supervivencia. Vivimos en sociedades profundamente desiguales y no podemos obviar esa asimetría.
    Contando con esta fragilidad social pienso que la pandemia ha puesto de relieve algunas carencias básicas de la condición humana y que dábamos por supuesto, yo destaco algunas necesidades que me parecen más significativas:
    – El bien común como primer mandamiento
    Esta crisis ha permitido redescubrir la importancia del sector público, al que todos hemos dirigido la mirada en búsqueda de respuestas.
    En el ámbito social, hemos reconocido el carácter esencial de los servicios sociales, los de gestión pública y los de iniciativa ciudadana, que han estado al pie del cañón ayudando a los sectores más vulnerables.
    También en el ámbito comunitario, hemos visto resucitar barrios, la solidaridad más primaria entre los vecinos, tanto en las respuestas a las necesidades básicas, como para insuflarse ánimo mutuamente.
    – Reforzar la cooperación y solidaridad global
    Los esfuerzos nacionales aislados no han podido prevenir ni evitar la propagación del virus. Una respuesta internacional concertada habría frenado y contenido su difusión. Un ejemplo ha sido la Organización Mundial de la Salud.
    – Configurar la economía con criterios sociales y ecológicos
    El tiempo del coronavirus debe convertirse en el tiempo de un nuevo orden económico mundial, que no solo incluya a todos, sino que comprenda a todos (incluidos empresarios y ricos) y en el que el Estado democrático no solo despeje el camino, sino que también marque el ritmo.
    De la capacidad que tengamos de dar respuestas a esta crisis, no solo en lo económico, sino también en lo social, aprovechando tanto las experiencias positivas como las negativas, dependerá el tipo de sociedad en el que vamos a vivir en el futuro.

    La pandemia también ha marcado mi visión y vivencia de la fe cristiana. Siento la llamada del Papa Francisco cuando habla de una Iglesia en salida, en la que nos propone “salir no para volver a donde estábamos antes sino para abrir creativamente horizontes nuevos, abrir ventanas, abrir trascendencia hacia Dios y hacia los hombres, y redimensionarse en la casa”.
    La salida ilumina y nos abre a otra manera de ver, sentir y actuar como Iglesia. Nos damos cuenta de que estamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos. La iglesia se siente llamada a abandonar el clericalismo, la comunidad se convierte en pueblo, y los santos en vecinos de la puerta de al lado. Una Iglesia en salida colabora, activa y proféticamente, con los agentes sociales, políticos, económicos, culturales y religiosos en la construcción del vivir juntos y en la producción del nuevo orden mundial justo y solidario.

    A nivel personal este año de pandemia, con sus retos, sus ansiedades, sus pérdidas y sus duelos, me ha brindado la oportunidad inédita de bajar el ritmo, ha eliminado distracciones del mundo exterior y me ha regalado un espacio para encontrarme, hacer introspección, ahondar mi experiencia de fe y, también, para buscar nuevas formas de comunicar y compartir aquello que da sentido a mi vida y, creo, que también lo puede dar a otras personas.
    He perdido libertades elementales en esta pandemia, pero eso me ha ayudado a redescubrir que las decisiones últimas sobre mis sueños, mis aspiraciones y proyectos siguen dependiendo de mí.
    También he tomado mayor conciencia de que necesito protección, que necesito de los demás, que soy y forma parte de una red de relaciones humanas.
    He sentido la necesidad de entendimiento y de información. Doy gracias por haber tenido tiempo para leer, pasear, plantar, regar, reflexionar, dialogar. Este año de aislamiento con la imposibilidad de ayudar y tener contacto físico con nuestros seres queridos, amigos, compañeras y compañeros me recuerda lo importantes que son para mi vida y mi vivencia del evangelio.

  • Maite dice:

    Ya hemos tomado conciencia de que todos dependemos de todos. La frase “cuidarte tú para cuidar a los demás” nos anima a comprometernos a colaborar. Las diferencias sociales se agravan. La salud se deteriora. Es mucho lo que se puede hacer. Es necesario apoyar las iniciativas que se toman para solucionarlo.
    Desde la Iglesia más cercana, que yo conozca, se han seguido haciendo las mismas acciones, unas reforzadas y otras más limitadas por las circunstancias. Las peticiones que predominan son las de rogar a Dios para solucionar situaciones. Confiamos en Dios pero esa confianza puede esconder nuestra falta de compromiso para hacer lo que Dios quiere de nosotros… Necesitamos su compañía y presentándole nuestras necesidades le demostramos nuestra confianza.
    Una situación que me marcó para siempre. Recién llagados a la casa donde vivimos, la vecina más cercana me llama y me pide un sobre pequeño, los que utilizábamos con las tarjetas personales, las de presentación. Apenas nos conocíamos y sentí con ese gesto que me abría la posibilidad de que podía contar con ella para lo que yo necesitara. Un gesto vale más que mil palabras. Pedir es una demostración de confianza. Si una persona pide ayuda y tú también se lo pides a ella nos ponemos al mismo nivel de necesidad y se genera una verdadera empatía.
    Pedir es reconocer que somos limitados y necesitamos de los demás. A veces me cuesta pedir. Sobre todo a los más cercanos. A mis hijos, porque les echo de menos y me falta su compañía. Necesito saber de ellos. Y me lo callo. Y es algo que reconozco no lo hago bien. Porque comunicándoles mis necesidades me verían más vulnerable y les serviría de reflexión y reconocer que ellos también se sentirán a veces poco acompañados.
    La vida sigue siendo un aprendizaje. Y le pido al Señor me siga dando ojos, corazón y mente para crecer en humanidad. Amen.

  • Rafy dice:

    Me atrevo a participar con mi humilde reflexión sobre «Saber pedir lo que necesitamos» :
    Y me pregunto ante todo…Es lo que quiero lo que necesito para mi bien y el de los mios ?
    Cómo adquirir claridad de ideas y saber que lo que necesito es lo que me conviene!
    Con tiempo de «silencio interior» esto me ayuda mucho en esta nueva vida que todos estamos aprendiendo a vivir !
    Y cuando mi visión es clara desde el interior de mi ,,,descubro que me viene dado lo que necesito encontrar o ver más allá de lo presente Y entonces SË lo que necesito y lo pido con la plena confianza y visión que se me va a conceder! Porque es para bien
    Luego está el saber a quien pedirlo … y esto es ir con mente clara y corazón feliz encontrando a la persona, o personas que me lo puedan facilitar o conceder poniendo actitud generosa y no egoista y esperando lo mejor con el convencimiento que, «Lo mejor es lo que me va a entregar la vida »
    Y siempre visualizar que más tarde que temprano lo Obtendré..dice la Biblia ,,» Pedid y se os dará»
    Ahora os pido al que me esté leyendo que cierre sus ojos , mire hacia dentro y piense en buenos deseos para ese mundo mejor que estamos construyendo con nuestros gestos y reflexiones . Testimonio de fraternidad en nombre del Padre bueno que es Dios .
    Os deseo a todos corazones felices con salud y esperanza

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