Se acercaba la Nochevieja y el grupo de siete matrimonios, que llevamos más de 40 años celebrándola juntos, (a lo largo de esos años ha habido de todo, algunas veces hemos ido a restaurantes con cena y cotillón y otras lo hemos celebrado en casa de alguno de nosotros). Siempre hemos discutido los pros y los contras de una u otra decisión. Pero este año no había forma de ponernos de acuerdo, y cuanto más hablábamos más iban subiendo de tono las palabras, y las posiciones encontradas eran cada vez más claras.
Había una pareja (por cierto, de las que nunca crean problemas), que dijo muy claramente que si íbamos a un restaurante ellos no venían. Aquello me dejó algo perpleja, y comente con Antonio, mi marido, esa reacción, él me contestó, como hace ahora, que con la edad nos volvemos impredecibles. Por otro lado teníamos a otra pareja que prefería que fuéramos de cotillón (este matrimonio es de los que habitualmente crea problemas, tanto si vamos como si no vamos de cotillón). A todo esto los días iban pasando y las posturas no mejoraban. Los hombres, como siempre, hablaban poco y nos dejaban a las chicas, que efectivamente parecíamos, eso, chicas de 12 o 13 años que no saben lo que quieren, que se recriminan las unas a las otras que lo que tu has dicho…que yo no he dicho eso, sino que tú lo has entendido así. Los teléfonos echaban chispas, Una opinaba que lo guisáramos nosotras, por ahorrar algo. Enseguida alguna respondía que ella no tenía que guisar nada la última noche del año que ya guisaba bastante el resto de los días. Pues pidamos un “katering”. Enseguida algunas dijeron que si no íbamos de restaurante porque si era caro, tendríamos que hacer números, porque el katering no era precisamente barato. A la más conflictiva nada le parecía bien y además lo tomó como cosa personal contra ella el que decidiéramos por unanimidad no ir a ningún restaurante. A mí me tenían asombrada y al mismo tiempo empezaba a afectarme pues no quería estresarme porque veía que se nos iba de las manos, pues había egoísmos, y alguna que otra falta de respeto por las personas y sus opiniones, tanto por parte de la que no le parecía nada bien, como del resto que no hacían nada para intentar entender a la otra.
Esto me hizo reflexionar y recordando todas las vivencias y lo “aprendido” en nuestros Encuentros, sobre todo me acorde del propósito que me hice este verano de procurar hacer felices a los que tengo más cerca, les propuse que podríamos cenar en mi casa y que yo cocinaría la cena, compraríamos unos aperitivos y del resto me encargaba yo (pagábamos entre todos) y que a las 9 de la noche las esperaba en mi casa bien arregladas que ya tendrían la mesa puesta. Eso sí, las críticas a la cena se harían fuera de mi casa y cuando yo no estuviera delante. A todo el mundo le pareció perfecto.
Llamé por teléfono a la conflictiva y le dije lo que se había acordado (porque ella no quiso venir a la reunión, para que iba a venir si nunca escuchamos sus opiniones) y creía que se iba a alegrar de que todo se había solucionado, y cuál no sería mi sorpresa cuando muy enfadada me dijo que como era posible que me dejara manipular de esa manera y consentir en hacer de criada de todas y siendo el día de nochevieja, que eran unas aprovechadas y que total no iba a mejorar la opinión que tenían de mi por mucho que yo hiciera y así en esa línea se despachó a gusto. La dejé terminar de hablar y tenía la gran satisfacción de ver que no me afectó negativamente para nada todo lo que me dijo, al contrario me sentí muy bien y mucho más contenta que cuando tomé la decisión de hacer la cena. No le dije nada de cómo me sentía, por supuesto, porque estaba s4egura de que no lo iba a entender, simplemente le dije ,y fue de corazón, que sentía que una noche tan especial la tuvieran que pasar solos, que para mí era más importante cenar esa noche con los amigos, como veníamos haciéndolo durante tantos años, y que para mí no suponía ningún esfuerzo hacer esa cena, puesto que me gusta mucho cocinar.
Ahora vienen las reflexiones que después de analizar y comentar los hechos, hicimos Antonio y yo. Por una parte estaba el comportamiento un tanto extraño del matrimonio que se negó a ir al restaurante, cuando ellos nunca han puesto pegas a casi nada, efectivamente tienen problemas económicos, no ellos directamente, pero si sus hijos y nos consta de que los están ayudando todo lo que pueden.
En cuanto a la conflictiva, pensamos que no es que está enfadada con la pandilla de amigos, sino que está enfadada con la vida, ella no acepta las circunstancias y como se le ha presentado la vida, quiere cambiarlo todo y no puede, por tanto se encuentra mal consigo misma y nos lo transmite a los demás. Por experiencia propia sé que no podemos cambiar lo que tenemos, es mucho más fácil cambiar nuestra perspectiva de las cosas y seguro que las vemos diferentes e incluso positivas.
La nochevieja resultó maravillosa, no dejé que se “criticara” su comportamiento.
Espero poder hablar con ella tranquilamente e intentar, no se todavía cómo, hacer que intente ver la vida de otro modo. Bueno es una tarea un poco difícil, para mí, ya os contaré como van las cosa.
Pepita