Llegué a Roma tres días después de su beatificación. Había visto algún reportaje y leído alguna información sobre el evento y algunos comentarios sobre el mismo. Aún pude percibir y sentirme en vuelto por los paneles y fotos de los que difícilmente podía abstraerme del impacto mediático, aunque para mí simplemente me evocaban un pasado aún cercano.
Yo me considero entre el grupo de personas que se hacían algunas preguntas sobre el sentido del acontecimiento en sí mismo, no sobre la persona de Juan Pablo II, que no pongo en duda en ningún momento: ¿qué sentido tiene, hoy, realizar una manifestación religiosa de tal magnitud en un mundo secular, al menos en Europa, y pluralista? ¿qué mensaje se quería transmitir y qué se quiere afirmar?
Soy de los que creo que detrás de todo gran acontecimiento, y éste lo era, siempre hay una intencionalidad y que ésta no siempre se manifiesta explícitamente, es más, a veces hay algunas contradicciones entre lo que se dice oficialmente y los hechos reales, lo cual nos invita a tener que hacer un ejercicio de discernimiento: cómo me sitúo yo ante este acontecimiento, sino no quiere dejarme llevar, o bien por los que dicen “santo súbito”, o bien por los que se manifiestan abiertamente contrarios al evento y lo descalifican.
Para mí creo que reconociendo la singularidad de Juan Pablo II, su procedencia, el contexto social, político e histórico, así como su firme entrega a la causa de lo que él llamó “nueva evangelización”. Sus múltiples viajes eran como que si él tomara el mundo como “su parroquia”, acentuando así la universalidad de la Iglesia favorecido por la corriente globalizadora que comenzaba a tomar más fuerza. Su apertura, apoyo y cercanía a los “nuevos movimientos” eclesiales… todo ello favoreció seguramente que el proceso de beatificación se redujera en el tiempo, sin tener que dejar pasar el tiempo, que tanto ha pesado siempre en la toma de decisiones de Iglesia oficial.
La rapidez del proceso de beatificación es lo que a mí me ha llevado a sospechar que detrás del evento hay otras intenciones que no se han manifestado, pero que haberlas las hay, y que yo no puedo más que manifestar mi preocupación y mis preguntas: Con la beatificación ¿se quiere confirmar un estilo de ser Iglesia y un modo de realizar la evangelización hoy, en un mundo donde en algunos continentes o países la Iglesia está siendo perseguida, en otros ha perdido credibilidad, en otros la expansión de las sectas…? ¿Acaso con este magno evento se quiere silenciar las nuevas preguntas que están surgiendo en la Iglesia y que están clamando un cambio y conversión profunda de la misma, una vuelta al evangelio de Jesús, que otra Iglesia es posible…? ¿Se quiere reforzar la idea de que la unidad eclesial se construye en torno a la figura del Papa y lo que representa, olvidándose de lo que el Concilio vaticano II puso de relieve la Iglesia pueblo de Dios, la responsabilidad propia de los laicos etc…?
Quería simplemente compartir mis inquietudes y, por qué no, estimular a que cada quién, si lo cree oportuno, haga consciente este hecho que va a tener una incidencia indudable en el futuro de la Iglesia y de su relación con el mundo actual.