Hoy resulta difícil sustraerse, a pesar de la crisis económica, al ambiente de compras, de comidas, de regalos…, quizá sea la época del año que más tenemos que echar mano de la agenda para concretar cenas, visitas, encuentros, ir de compras…
He tratado de acercarme a una persona lejana a nuestra cultura occidental, un joven chino que conocí en Roma –las mujeres de la casa lo “bautizaron” poniéndole el nombre de “Pietro”-. Este año, desde Pekín, me ha felicitado la Navidad. Le pregunté, por correo electrónico, cómo vivió la Navidad que pasó en Roma hace dos años. Su respuesta ha sido concisa y clara: “Yo vi mucha fiesta, mucha alegría, mucha comida –he de decir que él comían poco-, muchas reuniones de amigos y familias…, todas las personas, sobre todo jóvenes, parecían muy alegres. Lo que más me sorprendió es que cuando terminaron las fiestas todo volvió a la normalidad, como si no hubiera pasado nada”.
Esto me ha hecho pensar, recordando a mi amigo Pietro, y preguntarme ¿Por qué será la poca incidencia que tiene la celebración de la Navidad, desde un punto de vista cristiano, en nuestras vidas? ¿Será que continuamos celebrando la fiesta ancestral del “solsticio de invierno” que todas las culturas lo han celebrado de alguna manera y que los cristianos bautizamos presentando a Cristo, como el nuevo sol que viene a iluminar nuestras vidas?
Personalmente creo que bastantes cristianos, jóvenes y mayores, nos hemos quedado con la letra, pero sin la música, o mejor, nos quedamos con la letra, pero sin el sentido.
Para no pocas personas, incluso practicantes, continúan escuchando los relatos, que presentan los evangelios sobre todo Mateo y Lucas, de la infancia de Jesús como si fueran una crónica de unos hechos, cuando en realidad son un relato simbólico.
El decir “simbólico” no quiere decir “mentira”. Este es el primer error que tenemos que superar. El mito es un relato que intenta desvelar una verdad radical que atañe al ser humano entero, y que no se puede explicar por medio de discursos científicos.
Afirmar que los relatos de la infancia son simbólicos, no estamos devaluando su contenido, sino todo lo contrario; nos estamos obligando a descubrir el significado profundo y vital que para el ser humano tienen. Es más, si fueran una simple crónica, eso nos impediría que fuera Buena Nueva para los que vivimos en el año 2011, lo que justificaría también que las fiestas navideñas fueran una huida cargada de mucho sentimentalismo.
¿Cuál es, pues, el sentido profundo que quiere manifestarse en el relato de los ángeles anunciando, pastores cantando y ofreciendo regalos, reyes magos emprendiendo un largo viaje desde tierras lejanas, el nacimiento de un niño sin tener sitio, la huida…? Todo esto le da un clima, un contexto de ser algo extraordinario, pero a la vez muy cercano y sensible.
La Buena Noticia es que el Amor de Dios alcanza a todos los seres humanos. Misterio que está ahí desde siempre, pero que muy pocos descubren. No es que Dios manifieste su Amor en un momento determinado, Dios no tiene momentos. Jesús lo vive en el tiempo y nos lo comunica.
El relato de los evangelistas cambia la imagen de Dios.
El Dios que a través de todo el Antiguo Testamento se manifiesta como el poderoso, el invencible, el dador de la muerte y la vida, pide ahora el consentimiento a una humilde muchacha para llevar a cabo la oferta más extraordinaria en favor de toda la humanidad. Ese formidable cambio de la manera de concebir a Dios no siempre lo hemos comprendido los cristianos.
En Jesús se nos acerca tanto, se pone de tal modo a nuestro lado, que asume todo el rebajamiento de los pobres, los oprimidos, los olvidados. ¡Jamás nadie se hubiera atrevido a imaginar un rostro de Dios así! Pero ese es el Dios que Jesús presenta e insiste en que lo aceptemos: “Quien me ve a Mí, ve al Padre”. Dios está ahí, en tu calle, a tu puerta, en tu casa, en el hospital…Sal a su encuentro. No te pesará. Ese encuentro hará de ti un ser nuevo.
¡Ojalá que esta Navidad sea para nosotros la Navidad del encuentro con el Dios de Jesús: el Dios cercano que no mete miedo; el Dios que habita en nuestros hermanos y espera que le reconozcamos y le sirvamos en ellos!
Hace 20 años, se decía “no dejemos que el comercio se tome la fiesta de Navidad, no confundamos Navidad con regalos y gastos”.
20 años después, escuchamos en todo lado “la más feliz de las Navidades comprando: refrigeradoras, ropa, zapatos, perfumes, juguetes para tus hijos, vino, whisky, cenando en los mejores lugares la mejor comida, viaja en estas fiestas a lugares de descanso, celebra en el mall, feliz navidad en el centro comercial, etc, etc”.
Conclusión: le tomó al comercio 20 años tomarse la navidad, pero lo logró.
Feliz Navidad, amigos, amigas, a la manera antigua, a los que todavía recordamos porque y cómo hay que celebrarla.
¡FELIZ NAVIDAD!
En esta nochebuena recordamos a todas las persona que sufren, que se ecuentran solas, que estan enfermas…
Pero ¿acaso hacemos algo mas que recordar?…