Evocar y compartir la experiencia
En muchos países se ha declarado el estado de alarma, en otros se preparan… Esta es una situación inédita en la historia. Jamás hemos visto que en todo un país se paralice prácticamente toda la actividad industrial productiva, se cierren todos los espacios de encuentro públicos y privados. Todo provocado por un agente invisible, un virus, un diminuto germen que genera temor y pánico, porque sabe aliarse con otros compañeros de destrucción.
Lo cierto es que estamos recluidos en casa, por el momento para dos semanas, porque dicen los maestros de la modernidad, los científicos, que es el primer paso para poder controlar su invisible expansión. Se nos motiva diciendo que hay que “PROTEGERSE PARA PROTEGER”. No se permite salir del querido hogar, solo para ir al trabajo, los que lo tengan, ir a comprar los alimentos, los medicamentos… lo imprescindible… Todo está cerrado para el encuentro.
Momento de reflexión para que cada persona evoque la situación ante esta pandemia…
Escucho «Nada te turbe«:
Por si te ayuda para compartir:
- Cómo me sitúo ante este desafío global
- Qué inquietudes, preocupaciones, interrogantes me planteo…
- Qué oportunidades voy descubriendo…
- Cómo ocupo el día a día…
- Qué sentimientos se despiertan en mí…
- Cómo imagino ese “después”, cuando hayamos superado este desafío
Más sobre el tema: Anotaciones
Poesía: Nadie está solo
Soy Víctor.
Buenas tardes Amigas y Amigos. Les saludo con la amistad y la honestidad que nace de compartir desde dentro y con el Corazón vibrante. Mi última aparición en público en los lugares donde ejerzo mi trabajo de Animación espiritual fue el sábado 21 de marzo. Después de una carrera amplia por 15 lugares diferentes en los últimos dos meses, la vida, la Vida, me llevo a hacer una pausa. Me siento agradecido, en estos 53 días de paciencia, con intervalos fuertes de miedo y tristeza, incertidumbre y preocupación. El domingo pasado, 10 de mayo, día de las madres, fue el momento más álgido de mis miedos y mis tristezas.
Desde el inicio del bendito encierro inicie un recuento de mi vida personal. Me asombro y me asusto con las cosas que he descubierto. La tentación de buscar nuevas formas de encuentro con otras personas la supere y asumí este tiempo de pausa. El Corazón humano, mi corazón, es un abismo. La sensación de vivir esta “caída” como bendición o como maldición que me aterra, oscila entre la aceptación de mi vida interior y la distracción de lo exterior. Hay momentos que las respuestas exteriores me distraen y caigo (y esta si es caída en vacio) en la tentación de vivir de fuera, vivir sin mí, vivir sin vivir.
Estoy en la casa de Papá. Vivo solo. El espacio es rural y de pocas personas. La casa no tiene vecinos inmediatos y pegados (muro con muro). Disfruto de mucho espacio físico y visual. Me prepara mis alimentos y el contacto con algunos vecinos es esporádico y dentro lo esencial solo para intercambio de alimentos. Me han encargado una borrega y su crio para que los cuide y sirvan de jardineros en los pastizales de mil metros cuadrados. Hago arreglos a la casa. He adecuado un cuarto con su baño individual en la parte alta. Planto y cuido árboles frutales. Dos veces por semana me voy a la montaña (a 15 kilómetros) y cuido y planto nuevos árboles de la fundación “Podemos hacer que llueva”. Mi trabajo es individual, solo dos veces me ha acompañado un amigo de la fundación. Enfrento cotidianamente la resistencia a creer de la gente en la pandemia. Me asombra la desconfianza en las autoridades. Circula en redes las explicaciones más inverosímiles de la causa de esta pandemia y la desconfianza en que sea real. Contemplo a mi Pueblo y trato de escudriñar sus motivaciones, sin juicio de por medio, a tanta desconfianza en la autoridad y en la opinión que quieren establecer los medios de comunicación. Contemplo a mi Pueblo…
Al mismo tiempo de esta vida diferente, físicamente, me he dedicado a leer y escribir tratando de interrogar mis motivaciones más profundas, mis nudos interiores, mis miedos individuales, mis heridas de abandono, mis conflictos más usuales y sus causas posibles… Vivo en el abismo de mi Corazón y hay momentos de abandono y confort en mis sombras que son signo de una luz, siempre más grande.
Como un regalo sabroso he contratado el internet en esta casa apartada; nunca creí llegar a tanto jajajajaja. Al principio me resiste a poner luz eléctrica, después de ponerla, juré que nunca pondría internet. Y miren aquí me tienen, abajando mi orgullo y aceptando estas nuevas formas de encuentro con el Grupo Promotor y los posibles modos de servicio. Seguimos en servicio con la boca llena de sangre. La vida me ha golpeado para acomodar mis sentimientos.
Por cierto ha llovido en mi Pueblo y la tierra huele a una exquisita primavera. Mi Corazón huele a tierra mojada.
Les abrazo.
Víctor
¿Qué sentimientos se despiertan en mí? Buena pregunta, porque ahora mismo soy un cóctel molotov de emociones. Hoy es Domingo de Pascua y tendría que estar celebrándolo con mis amigos, paseando por la montaña, por la playa, … pero estoy reflexionando sobre mis sentimientos mirando la pantalla de un ordenador, justo después de seguir la misa de Resurrección retransmitida por Facebook desde mi ciudad. ¡Cuánto bien están haciendo las nuevas tecnologías estos días! Me siento afortunada porque en cierta manera, estas nuevas tecnologías me hacen sentir un poco más cerca de los míos, pero me siento triste porque una videoconferencia nunca podrá ser lo mismo que el contacto directo. Siento rabia por todos los casos que se podían haber evitado y tristeza por los afectados. Siento admiración por todos los que están actuando en primera línea de esta crisis y culpa por no saber ayudar un poco más. Siento miedo de que alguno de mis seres queridos se vea afectado por el virus y alegría por las noticias de la gente que lo va superando. Siento empatía por los autónomos y trabajadores que ven en peligro su estabilidad económica. En muchos momentos me siento desanimada sin ver la luz al final del túnel, pero en otros estoy esperanzada, pensando en que pronto pasará todo esto; nosotros, como sociedad, seremos diferentes y valoraremos mucho más cada pequeño detalle, de eso estoy segura. ¡Feliz Pascua!
LA ESPERANZA SUPERA LA SENSACIÓN DE MIEDO
Durante estás tres semanas de estar encerrada he pasado por varias etapas y diversos estados de ánimo. Porque los datos y las estadísticas tan sumamente atroces son capaces de mermar mi ánimo, además pensar que apenas podía hacer nada desde casa, también hay dias que me oprime bastante.
El domingo especialmente fue un día duro, falleció un cuñado de una prima hermana por el dichoso bichito y el padre de una amiga pero por una enfermedad larga. El no poder acompañar a las personas que quieres en momentos tan duros, se me hace un nudo en el estomago difícil de digerir.
Pero a pesar de todo, quiero centrarme en las cosas buenas y esperanzadoras que observo que pasan por la valentía y el empeño de la gente en mantenernos esperanzados.
Me emociona la gente mayor sentada frente a su máquina de coser haciendo mascarillas para ayudar a otros, me emociona la gente joven con su creatividad haciendo protectores para los sanitarios con sus impresoras 3 D. Me emocionan y animan los aplausos de las 8 de la tarde, que aunque en la zona donde vivimos no somos muchos y apenas sale la gente, nosotros salimos todas las tardes y al fondo de la ciudad nos unimos al aplauso general, por tanta gente que está en primera linea luchando por cuidarnos y derrotar al coronavirus; desde hace pocos días en la casa de abajo de la nuestra después del aplauso suena el RESISTIRE y eso también me emociona.
Gracias a Dios en nuestro entorno más cercano no hay contagiados y en el circulo de amigos, Tere, que sí estuvo ingresada está en casa y bien, es una alegría muy grande.
También el estar más pendiente de la gente aunque virtualmente me siento cercana y siento a mucha gente que no nos veiamos por falta de tiempo (que ironia) ahora hablamos por watssap o nos llamamos para oirnos la voz.
Quiero ver además signos de esperanza en el mañana, cuando esto acabe, por lo que leo, escucho creo que hay un cambio en la manera de percibir la vida, ahora que antes de la pandemía; nuestra casa común ha mejorado, los animales vuelven a verse en sitios insólitos, la calidad del aire mejorado …
Creo que tenemos que hacer una reflexión, a nivel personal, ya la estamos haciendo, pero también a nivel político social y religioso ¿que estamos aprendiendo de todo esto? El capitalismo brutal, la economía, el trabajo precario, los recortes en sanidad, educación, en investigación…. Algo tiene que cambiar, no podemos seguir igual.
Sé que posiblemente sea una utopía, pero de verdad pienso que el mundo está cambiando y espero que sea para bien, para anteponer el bien común y a las personas que a los intereses personales y especulativos.
El poder compartir con vosotros mi experiencia y las vuestras también me hacen mucho bien, porque os siento muy cercanos y gracias a las nuevas tecnologías podemos compartirlo…
abrazos apretaditos
Amparo
Leyendo vuestras reflexiones no puedo estar mas de acuerdo con todos, por lo que el comentario que deseo compartir va dirigido en otro sentido, pero que expresa tambien una parte de lo que en este momento me inquieta.
Si fuera franciscano seguramente deberia pensar que el hermano coronavirus es un «animalito» de Dios, como esa criatura que nos visita recientemente los veranos y al que tambien hemos declarado la guerra el «mosquito tigre». no es una vanalidad ni una broma de mal gusto lo que digo, ante la tragedia que nos esta asolando mi primer pensamiento y deseo es que no sea un invento o una trasmutacion ideada por el hombre. Ni que de la tragedia salgan nuevos equilibrios mundiales. Guerras frías. Luchas de poder etc
Triste consuelo prodria decir, pero ante un terremoto, un tsunami o una tragegia producto de la naturaleza mi postura es muy diferente de cuando es el ser humano el que ha iniciado una guerra, una batalla o incluso cuando alguien se cree en el derecho de quitar una vida porque piensa que el territorio que pisa es de su propiedad.
Si esta tragedia esta ocasionada por la naturaleza mi ira se amansa, mi amor hacia el ser humano se dilata y me ayuda a compartir la tragedia con amor, sudor y lagrimas.
Recuerdo que de pequeño cuando algun compañero hacia algo malo y le salia mal me regodeaba diciendo «castigo de Dios». y es que me siento educado en mi conciencia católica donde siempre hay alguien que tiene la culpa y me hace sentirr mal, Sera por la contaminacion… sera porque el ser humano se ha apartado de Dios, ….sera porque…
En momentos como el que atravesamos se despiertan los viejos demonios. aumenta la supersticion, el milagreo, las cadenas de oraciones , ya se habla de colgar en los balcones la imagen de no se que santo que es milagroso y que en su dia paro la peste…
Pero si no nos queremos engañar hemos de reconocer nuestra dependencia del cosmos en el que estamos inmersos, de un terremoto, un simple cambio de la polaridad del eje magnetico de la tierra, una tormenta solar … etc cada vez que analizamos los factores de que depende la presencia de la vida en nuestro planeta nos damos cuenta de nuestra fragilidad.
Hemos hablado de que nuestra forma de civilizacion hace daño a la tierra, craso error pues la tierra es muy posible que nos sobreviva. Cuando hablamos de ecologia, sostenibilidad …etc en realidad nos preocupa mantener el planeta para que pueda sobrevivir principalmente una especie animal autodenominada humana.
Y dicho esto Y como un microbio mas de los que compartimos este planeta me atrevo a decir que puedo y debo usar las herramientas que tengo en mi poder y de las que Dios nos ha dotado como son el sentido comun, el valor y el AMOR para que estas tragedias pasen. Y con el corazon encogido por el temor ante lo que amenaza a nuestros seres queridos. solo se me ocurre en estos momentos PEDIR AL PADRE NUESTRO QUE NOS PROTEJA, QUE SE HAGA SU VOLUNTAD Y QUE DE LA ADVERSIDAD DEJE AFLORAR LO MEJOR DEL SER HUMANO
DESAFIO GLOBAL Y PERSONAL
Ahora ya no son quince días, van a ser treinta. La situación es grave, y las repercusiones van a ser mayores de lo que en principio se estimaba y no es que afecte solo a un país, es que va a afectar a todos los países del planeta. La globalización, la aldea común es una realidad, no hay fronteras, ni muros que contengan su avance, por mucho que se empeñen algunos poderosos gobernantes, nadie está totalmente protegido.
Personalmente reconozco que no tengo miedo, ni temor. SI preocupación por los más cercanos a mí que están más expuestos a contagio, como mi hija enfermera, o mi madre y mi suegra que por su edad que las convierte en personas de riesgo o por tantos amigos con una salud mermada que en caso de contagio correrían gran peligro.
A nivel social, han pasado los días de fallas y están próximos los días de Semana Santa. Días de encuentro y celebraciones sociales en las que la alegría del encuentro con las personas es desbordante. Todo preparado, todo a punto para empezar a vivir eso que tradicionalmente consideremos, o podemos considerar, como lo más importante. Han pasado y pasaran los días tan significativos y esperados y continuaremos vivos, la vida continua y nos preguntamos o me pregunto ¿Qué es importante?.
Vivir encerrado hasta ahora lo soporto con facilidad, la amplia terraza de mi casa es un alivio, y compartir hora a hora con mi esposa, una de mis hijas y mi hijo no me resulta difícil. Nos quedamos en casa, pero la vida continua y gracias a Dios he tenido que realizar tareas que me obligaban a salir de casa, la compra semanal, realizar las tareas agrícolas que los cultivos requieren, porque a pesar de todo estamos en primavera y los arboles empiezan a florecer. Es una sensación extraña la presencia de la primavera y su llamada a la vida y permanecer recluidos para vencer la amenaza de un virus incontrolado que ataca a la vida, y especialmente la de los de menor fortaleza física. Protegerme para proteger a los otros.
Ahora reconozco la responsabilidad de todo lo que hago, de mis actuaciones y mis comportamientos. Si no tengo precaución puedo ser instrumento de destrucción para muchos. Y me pregunto en este momento ¿Cuántas cosas venía haciendo día a día sin ser consciente de cómo repercuten en los demás? Y pienso en todas esas actuaciones mías inconscientes que pueden poner en peligro ya no la integridad física de quienes comparto la vida, sino la integridad personal y humana. Las interrelaciones personales son más importantes de lo que nos creemos, y la interdependencia mucho más todavía. Tenemos todo lo que queremos siempre que haya alguien que nos lo facilite. Y la vida actual es una compleja y frágil red de relaciones e interrelaciones que cuando una de sus piezas cae pone en peligro todo el peligroso equilibrio (sistema) sobre el que se sostiene. ¿Quién me iba a decir que un virus aparecido en China haya perjudicado el valor de mi escaso plan de pensiones? Pero mucho más preocupante es que esté poniendo en peligro el puesto de trabajo de millones de personas y las dramáticas consecuencias que esto pueda tener.
Hasta mitad del siglo pasado había unos valores sólidos sobre los que se asentaba la vida de las personas humanas. En estos momentos que vivimos en una sociedad liquida, cuando se produce una situación como la actual me pregunto ¿A que me cojo, que me puede sostener, el trabajo, el dinero, el poder, Dios…? Todo esto pueden ser ayudas, pero en este momento creo que lo que me más me ayuda es la confianza. Es momento de poner a prueba mi confianza, confiar en los demás, en los próximos, en los cercanos, en los alejados, en los desconocidos y también en las autoridades. En este momento siento que superar esto que estamos viviendo va a depender de la confianza que pongamos en los demás. Estamos confiando en las personas que se dedican a cuidar de nuestra salud, poniendo en peligro la suya, en los que están trabajando de forma admirable e incansablemente para mantener el orden y que todos respetemos las medidas que nos dan para vencer esta pandemia. En los que hacen posible que la vida continúe, llegando los alimentos a nuestras manos, atendiendo todo lo que es necesario e imprescindible para poder vivir desde nuestros confinamientos. La confianza en las autoridades que sabemos que hacen lo mejor que pueden y saben por el bien general, como lo haría cualquiera de las personas que tuvieran esa responsabilidad.
Y esta confianza en las personas es una demostración de nuestra humanidad. Ante las dificultades extremas surge, desde dentro de las personas, una fuerza que las impulsa a salir de si para darse a los otros. Una creatividad desbordante en tal de ayudar, o mejor de aportar para facilitar la vida a los demás.
Me gustaría que tras este periodo de crisis sanitaria, que se vencerá, y una grave crisis económica mundial en la que nos veremos abocados, florezcan nuevos modos de relaciones de confianza más humanos. Estamos experimentando como algo minúsculo, imperceptible, pone a riesgo a toda la humanidad, a todas las personas sin excepciones, a todos los países. Nuestros esquemas mentales tienen que aprender a situarse en otras bases o principios diferentes a los actuales. Necesitamos crear nuevas relaciones de confianza mucho más solidas que nos ayuden a ir construyendo un mundo mejor. Unas red de relaciones que tengan en cuenta la casa común gravemente amenazada por sus habitantes y de relaciones de confianza humana que puedan crear espacios cuyo primer objetivo sea el bien común, antes que los intereses particulares, porque la situación actual nos recuerda que actuando todos a una es como se pueden vencer las situaciones que ponen en peligro la existencia de la vida.
Y a nivel personal espero que esta situación me ayude a reforzar esas relaciones de confianza que considero imprescindibles. Una confianza que tiene que empezar por mí mismo, confiar en mí y en la posibilidad real de que todo lo que hago siempre puede ser mejor, teniendo presente que todo hasta lo imperceptible repercute sobre los demás. Confianza con los que comparto mi vida y confianza en quienes tienen la responsabilidad de gestionar todo lo que afecta al bien común.
Venceremos la crisis sanitaria, pero no podemos bajar la guardia para que la vida continúe de la mejor manera posible para toda la humanidad.
Bernat Sanchis
El 11 de marzo, fue el último día que salí de casa. En mi caso el estar muchos días sin pisar la calle, es habitual. No se si es, porque estoy «acostumbrada» a estar sola y salir poco, que ésta estremecedora situación, en la que nos ha declarado la guerra un enemigo invisible, como si de un film de ciencia ficción se tratara, pues al final el Planeta gravemente herido por los humanos, se defendió creando un arma nueva que se la empieza a conocer, y hay que debilitar.
Preocupada por los que trabajan sin tregua en hospitales, y sintiendo el sufrimiento de los más afectados, arriesgando sus vidas, con pocos recursos para protegerse. pero con determinación y fuerza. He experimentado muchas emociones. Es curioso, que a pesar del drama, porque, que se pare todo un país, y muchos más, no es nada banal.
No he perdido en ningún momento la fe en que el Espíritu de Jesús está entre nosotros, con nosotros. Pienso que todo sucede por y para algo. A pesar de tantos días sola conmigo misma, me siento serena, con paz, y con esperanza de que de ésto vamos a salir fortalecidos, con los valores perdidos recuperados, y el nacimiento de una Humanidad Nueva. No se si estoy esperando demasiado, porque el Coronavirus aun lo vamos a sufrir por un tiempo más según nos han comunicado. Sigo confiando en el Padre.
Las muestras de solidaridad desde ventanas y balcones, insuflaban ánimo. Una de las veces aplaudiendo, miré al cielo y con todo mi corazón me brotó un Padre Nuestro lleno de emoción y esperanza de que un Mundo Nuevo es posible.
El día de San José, bajó mi hermano para vernos y poder felicitarle, un emocionado y contenido abrazo quedó suspendido en el aire a dos metros de distancia, a la espera de podernos abrazar pronto.
Llamadas de amigas, una con mucho miedo, otra muy malita, otra en proceso de un diagnóstico que no pinta nada bien. Pero el Señor, que siempre ha sido mi fuerza en toda adversidad, me fue entrenando a lo largo de mi vida, para sostener y animar a otros que pone en mi camino. Para comprender al otro, empatizar, antes tienes que haber pasado si no por lo mismo, algo similar. Desde la experiencia entiendes el sufrimiento del otro, los miedos, las soledades, el dolor…somos tan iguales y tan distintos.
Unidos en la oración, para que todo termine según los planes de Dios.
Rosa Mª
VICEN Y EL CORONAVIRUS
Esta situación me sobrepasa a ratos. Intento no pensar demasiado y escuchar algunas noticias, pero , la saturación es demasiado y me oprime. Sufro por la gente enferma y por las famílias que no pueden dar la mano a esa persona querida que se va.
Pienso que la naturaleza ha dicho…BASTA, que no podia más..
Pienso que el rimo de vida era demasiado ràpido, nadie tenia tiempo para nadie…
Las personas odiaban más que amaban… el estrés nos hacia temblar…
Un bichito lo ha cambiado todo y nos da tiempo de sobra para pensar, para volver al nosotros ya olvidado. Creo que esto nos cambiará y nos hará más fuertes.
Ánimo que juntos podremos
Han pasado diez días. La fecha del 13 de marzo quedará marcado como la fecha de un cumpleaños. Es curioso. Apenas recuerdo de algún domingo que haya pasado en mi casa. El ir al pueblo a la casa nativa junto con mis hermanos ha sido la norma nunca escrita pero si vivida. No nos citábamos espresamente pero allí ibamos apareciendo a veces con nuestros hijos, nietos… Toda la vida. Estos dos últimos son un pequeño detalle que me hacer tomar conciencia que estamos viviendo una situación que cambia nuestras vidas. Pequeño, que los demás son muy grandes.
Estoy releyendo «El poder del ahora». Nueva situación y nuevas oportunidades.
Se han paralizado actividades, como el Voluntariado de Acompañar a personas mayores del barrio en sus casas y las estamos reconduciendo para que se sientan acompañados desde la distancia. El teléfono lo tienen todos. Un Voluntariado con jóvenes para acercarles la compra. Las farmacias les llevan los medicamentos. Coordinando con entidades solidarias del barrio, el Ayuntamiento, Servicios Sociales, Centros de salud, Asociación de vecinos, Caritas parroquiales… Las enumero porque es un signo de vida.
Tenemos unas cuantas familias cerca que comparten piso. Les pongo nombre y apellido a muchas de ellas. Las dificultades de convivencias aumentan.
Qué distinto es tener un piso para mi sola, con un balcón en el que puedo disfrutar de un buen rato de sol… Y medios para videos-conferencia y seguir viendo a mis hijos y nietas. Y a mis amigos. Ayer conecté con una familia de Ecuador y me contaba sus preocupaciones.
En fin. Que siento de cerca la enfermedad de mis familiares. Que están en situación límite de salud.
Y con todo esto se puede vivir con paz y esperanza? Puis sí. El Señor está con nosotros y reconociendo nuestras limitaciones, nos anima a vivir y compartir esta esperanza con los demás.
Un detalle de mi vida: Cuando comienzan a dar noticias del tema, escucho un minuto, por que no me niego a saber qué pasa, y me voy a ordenar un » trocito» de armario. Asi tengo para más días.
Maite
SIENTO
¿Podremos asimilar algún día lo que nos está pasando? Pienso que si, aunque tendrá que pasar mucho tiempo. Esta situación “increíble” como afirmaba un niño pequeño en uno de tantos vídeos que circulan en las redes nos ha pillado tan de sorpresa que nos ha encontrado a muchos con la “despensa vacía o semi-vacía” porque no sabíamos que venía un invitado tan especial que iba a poner a prueba todas nuestras capacidades de respuesta, nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestras seguridades. Esto me ha hecho reflexionar mucho, por eso comparto esta narración en clave de sentimientos ¿Qué siento? ¿Cómo me siento ante esta situación tan “increíble”?
En primer lugar, confieso que siento una gran tristeza en algunos momentos, cuando pienso en la gente enferma, cuando pienso en los aislados sin consuelo, sin una presencia amorosa que les acompañe en muchos casos en el final de sus días. Me pongo en el lugar de sus familias rotas por el dolor y las entiendo, porque yo ahora hace un año perdí a mi padre y pude llorar sobre su cuerpo sin vida y vivir rodeada de familia y amigos esos momentos tan amargos y ellos no podrán hacerlo. Siento rabia cuando mi hija que es enfermera me transmite su preocupación por no tener suficiente material para protegerse, cuando atiende a algún enfermo. Siento también temor por si ella, en el ejercicio de su labor ayudando a otros se enferma. Siento tristeza por tantos y tantos que perderán su trabajo, sus negocios porque al miedo al contagio se suma el sufrimiento, la responsabilidad y la incertidumbre de no tener “el pan de cada día” ni para ellos ni para sus empleados. En otro orden de cosas confieso también me siento cansada de tantos mensajes, consignas, gestos, vídeos, memes. Unos banalizan, otros dan lecciones y recetas, otros nos hacen reír etc. Se repiten de mil maneras en diferentes redes y estoy segura que se envían con la mejor intención, pero tal exceso resta valor a los mismos y cansa.
Pero todo esto se mezcla con otros sentimientos que también forman parte vital y necesaria de mi experiencia. Siento alegría cuando me asomo al balcón y veo a Aida a Pablo y a su mamá que hasta hace cuatro días eran unos completos desconocidos y nos hemos hecho amigos, hablamos, nos saludamos y sus caritas y aplausos de las ocho me llenan de alegría y esperanza. Siento la alegría del encuentro en la distancia con amigos y familiares con los que he tenido la necesidad y la oportunidad de comunicarme. Para ello han sido muy importantes las redes sociales, que han abierto ventanas al mundo cuando las puestas de nuestras casas se cerraban. Siento agradecimiento por tantos que tienen un recuerdo y una oración por mi hija enfermera y que se interesan y le envían mensajes de ánimo cada día. Paradójicamente me siento dueña de mi tiempo y de mi espacio, yo marco el ritmo y lo acompaso con los que viven conmigo. Reímos, lloramos, a veces discutimos, pero como mi hija pequeña dice “formamos un gran equipo”. Me emociona que ella junto con su grupo de amigas hayan hecho un grupo de Whatsapp donde que cada día escriben algo bueno que les ha pasado.
En este tiempo de estar y de ser, intuyo una transformación profunda. Y a pesar de todos los sentimientos que compartía al principio me siento profundamente esperanzada. Esta dura experiencia a mí me está sirviendo, porque aquí no valen caretas, estoy yo, conmigo misma mucho tiempo, y me la juego, nos la jugamos como no intentemos hacer verdad, esa aventura de vivir desde dentro. Estamos en Cuaresma, Jesús está en su desierto y también en el nuestro compartiendo aislamiento, austeridad y soledad en muchos casos, por eso no estamos solos y le sentimos cerca en este tiempo en que nos hacemos tantas preguntas y estas circunstancias tan adversas nos ofrecen el tiempo y la oportunidad para respondernos. Siento que, saldré, saldremos más, más fuertes, más próximos, más auténticos y más humanos.
M. Jose, todo esto es un misterio. ¿ porque ha sucedido? Para que? .
Pienso que la sociedad, estaba necesitando que algo fuerte sucediera, para hacernos reflexionar y hacernos conscientes, de muchas cosas que se estaban olvidando.
A propósito del coronavirus
En la medida que pasa el tiempo, me parece cada vez más increíble ¿Cómo es posible que una partícula tan minúscula llegue a paralizar tantos países? Es lógico que hay una cierta resistencia, en los países democráticos, pero me cuestiono ¿Tanta confianza hay en quienes nos dirigen, expertos y políticos? Espero y confío que la sensatez y la prudencia asumamos como unas vacaciones forzosas que sin duda nos puede venir bien. Y un tercer interrogante, ¿Qué consecuencias tendrá el forzar un encuentro reducido, intensivo y, tal vez, necesario, pero que tiene sus riesgos?
A nivel personal, lo que más siento como pérdida es la distancia con la realidad concreta del entorno de las personas, familiares, amigos, vecinos y con la naturaleza, eso de tener que suprimir el paseo de la mañana, me está costando mucho, pues repercute en la saludo y en el dormir…
No estoy en paro. La vía digital a la que puedo prestar más atención, me está permitiendo participar en un foro de más de 30 personas que intercambiamos sobre la espiritualidad y cultivar la interioridad. Internet, cual coronavirus positivo, me está facilitando el encuentro visual y a distancia con muchas personas…
Mi día a día está bastante lleno. Mi horario, a mi edad ya no puede variar. Temprano hago mis ejercicios físicos, mentales y meditativos. Luego, en vez del paso, voy a un patio cercano donde entre en contacto con la naturaleza, de forma activa, tengo cultivos en marcha como acelgas, calabacines, limones, papayas y preparando el futuro con la siembra. Es una goza cavar, sembrar…
El resto del día lectura y ordenador. Comparto el gozo que siento al intentar traducir un libro de Mons Albert Rouet, titulado, “Creer ¿pero en qué? Cuando Dios no dice nada”…
Estoy viviendo con mucha intensidad, respetando nuestro ritmos, el encuentro con mi hermana, vamos creciendo y consolidando, sobre todo con detalles y gestos que nos ayuda a hacer agradable la convivencia.
Siento mucha paz y confianza en la vida y en el Dios de la Vida. Aprendiendo a asumir la edad y sus circunstancias, sobre todo, cuando los sobrinos te dicen que no salgas porque, tío, ya eres mayor y está en edad de riesgo…
Creo que este evento pasará, pero dejará muchas huellas unas esperanzadoras y otras no tanto. Cuando los más jóvenes de hoy cuenten que en el año 20 hubo (en pasado) este paro nacional, supongo que la sorpresa será de incredulidad, seguramente dirán ¿Pero cómo fue posible eso?
Mi deseo es que este acontecimiento nos ayude a distinguir, con más sencillez y humildad, lo importante de lo urgente…
Ignacio
Esta situación me ha obligado a replantearme mis ritmos cotidianos y a cambiar bastantes de mis hábitos, haciéndome enfrentar a situaciones que me fuerzan a pensar y replantearme bastantes cosas. Todo lo anterior viene a decir que ante esta situación de crisis, me he tenido que situar buscando posibilidades a lo que está ocurriendo, nuevas formas de pensar y sobre todo de actuar, que espero que una vez pasada la crisis, nos sirvan para reconducir algunas cuestiones en las que no andábamos muy acertados.
He tenido que “ocuparme” de la forma de enfrentar mis tareas en familia y en casa, también en la relación con los hijos y con mayor importancia respecto a los nietos. El aislamiento está planteando dificultades para ellos y para nosotros, dificultades que vamos resolviendo con buena voluntad por parte de todos.
Lo que está ocurriendo crea una serie de interrogantes profundos:
• ¿Somos más vulnerables de lo que pensábamos?
• Este mundo globalizado y lanzado a una carrera demasiado intensa, ¿Tiene sentido? ¿A dónde nos lleva?
• ¿Cómo hemos de enfrentarnos a nuestras debilidades, que son muchas, cómo personas y cómo sociedades?
• ¿Qué valores prevalecen?…
Tengo ciertos reparos, inseguridades y miedos, ante una situación que escapa de nuestro control, y ello despierta en mí sentimientos contradictorios, por una parte miedo y recelos, por otra esperanza y apertura de nuevas posibilidades para “hacer” y “rehacer” muchas costumbres y vías de relación con los otros y con lo trascendente. Pienso que esta crisis nos está abriendo una gran oportunidad para modificarnos como personas, grupos, sociedades, etc. Enfrentando retos que teníamos olvidados y que necesitamos retomar: dar la importancia que tiene a los comportamientos de humanidad, a la cercanía a las personas, especialmente a las más necesitadas, trabajarnos nuestra capacidad y actitud de escucha, ser capaces de pararnos y dedicar tiempos a la meditación…
Ya estamos viendo comportamientos solidarios que van poniéndose de manifiesto de manera espontánea en nuestras sociedades: el importante grado de cumplimento de las normas dictadas por las autoridades (esto nos hace fuertes como sociedad), aplausos en los balcones, apreciación generalizada a los colectivos sanitarios, ofrecimientos de jóvenes para ayudar a personas con dificultades, y también ver como en la medida de lo posible los políticos se están olvidando un poco de su “ombligo” y están respetándose y en cierto modo colaborando… Podríamos seguir enumerando, pero quizás sea más conveniente que cada uno piense y busque los que tiene a su alrededor.
Como persona creyente, manifestar que este tiempo me está sirviendo para dedicar mayores momentos a la oración en pareja, personal y hacerme más consciente de tener presente a aquellas personas que tienen dificultades de salud, o de otro tipo, manteniendo una actitud de agradecimiento y entrega con ese Ser trascendente que me acompaña.
MI EXPERIENCIA CON EL CORONAVIRUS
Jamás había oído hablar de él, un virus, vale, cómo otros muchos, pero por desgracia este se ha hecho muy famoso, hasta tal punto que nos ha cambiado la vida radicalmente.
Estamos confinados en nuestras casas sin poder salir, sin poder encontrarnos con la gente que habitualmente forma parte de nuestra vida y otra con la que nos cruzamos y que ni siquiera sabemos su nombre.
Este bichito tan pequeñito se ha empeñado en poner nuestras vidas patas arriba, ha hecho que paremos, que aquello que era tan importante y que no podía esperar quede relegado hasta no sabemos cuando, se han acabado las prisas, inventamos cosas para pasar el tiempo… yo he aprovechado que estoy un poco mejor para limpiar cajones, armarios, aquello que siempre dejamos para después, creo que las casas no han estado tan limpias desde hace mucho tiempo.
Intentamos ocupar nuestro tiempo haciendo cosas, pero nos sobra tiempo y también nos puede servir para reflexionar sobre lo importante, lo sencillo, lo cotidiano, que ahora me parece extraordinario.
Quiero pararme un rato a narrar mis pensamientos, mis sentimientos, cómo echo de menos a mis amigos y poder abrazarlos. Antes de esta crisis me encontraba mal física y animicamente, apenas me apetecía verlos, ni hablar por teléfono, pensaba que había perdido el tren, que mi vida caminaba por una carretera paralela y no conseguía encontrarme con mi gente; me costaba hablar, todo me parecía extraño, hacían tantas cosas importantes!, sencillamente yo jugaba en otra liga.
Ahora que estamos todos igual, me doy cuenta de que si quiero estar, quiero volver a ir en el mismo tren a pesar de no poder ir en el mismo vagón.
A causa de este bichito tan antipático que tanto sufrimiento esta causando a tanta gente, me ha hecho repensar algo que yo creía que tenia claro y he comprobado que no tanto cómo yo creía.
Descubrir las pequeñas cosas de cada día, echo de menos a mi nieto que aún estando bajo de mi casa no podemos tocarnos ni achucharlo, cuando me llama iaia y me asomo a la terraza me entra una alegría mezclada con un fondo de tristeza muy grande, y doy gracias a Dios porque está bien, no me quejo es una maraña de sentimientos.
Echo de menos a mis hijas y mis yernos, poder compartir mesa y mantel, hablar, reírnos, discutir, abrazarnos ….
Echo de menos a mi madre que está en una residencia y que desde el día antes de mi operación el día 11 de febrero, no la he vuelto a ver, pero hoy gracias a las nuevas tecnologías, en el faceboock de la residencia han compartido un vídeo en el que ella junto a otros compañeros salia y nos decía que estaba bien y que nos quedásemos en casa, dentro de cinco minutos a ella se le ha olvidado, pero a mi me ha dado un chute de esperanza. He llamado enseguida a la residencia para darles las gracias por esta magnifica iniciativa….
Vemos cómo todos los días hay gente que ofrece su tiempo, arriesga su vida, para ayudar a los que no pueden…. tantos detalles, tanta generosidad, que me llega al corazón y siento que es posible, que entre todos si nos empeñamos es posible hacer de este mundo, un mundo mejor y más humano.
cuidaros mucho, mucha fuerza y ánimo de está saldremos mejor
Gracias y abrazos virtuales
Amparo
¡ Para los que temen ! y para los valientes. Quien hubiera dicho que el mundo cambiaría si o sí, pues eso es lo que está pasando!.Hemos forzado a la vida a enseñarnos el camino correcto ,a valorarla.
¿Sabes si tú eres una de esas personas que pone luz en la vida ?, ¿o la estabas viviendo por inercia, sin darte cuenta que la vida es un don ?, ¿ eres fuerte y valiente ?, o eres de los que se acobarda ante cualquier cambio ? , te has dado cuenta que por ahí fuera las cosas no han cambiado , siguen trinando los pájaros, los árboles y las montañas siguen alegrando el paisaje. Pero la humanidad, la humanidad está cambiando. La gente se está dando cuenta , está despertando.
Los valores humanos están en auge, el mundo sonríe al mundo, la gente crea esperanza y está aprendiendo la lección. Está reconociendo la vulnerabilidad de la vida y ahora más que nunca valora cada minuto del aire que respira, cada puesta de sol, la brisa, la luz, las comunicaciones, el valor de tener un hogar , ¡ la gente está empatizando! .Te has detenido por un momento a pensar que Juntos , creando y fortaleciendo valores aprenderemos está lección de Dios , con fé y esperanza.
Esta guerra sin armas dejará, como todas las guerras, grandes héroes. Pero lo importante es y será todo lo que vamos a aprender de ella. Con ánimo y esperanza lograremos salir , creando un mundo mejor , porque habremos aprendido que la tierra es nuestra casa y debemos respetar las reglas para convivir en ella , respetandonos y respetando sus leyes. Solo así , al reconocer el significado de la vida y respetarla conseguiremos juntos crear ese engranaje de amor y de valores , que harán ese mundo que todos deseamos .Cuantas más conciencias despierten y más rápido reaccionemos y nos perdonemos ,más rápido terminará esta lección de vida. Despierta! esta pesadilla habrá servido para ser mejores personas , mejores habitantes de este mundo y sobre todo valorar la vida propia y ajena, porque todos somos uno el mundo y la ley que está despertando es el Amor universal. El amor que Dios padre.
Se nos ofrece un campo donde aprender «algo», es posible aprovechar las lecciones que se nos ofrecen ante esta situación del coronavirus.- El miedo se hace presente en las personas, el temor no se queda entre bambalinas, de alguna manera asoman sus bigotes en nuestro caminar cotidiano.- Cómo encarar todo esto.- Para los cristianos, me parece a mí, la fe es el aditivo más fuerte; las personas creyentes tienen previamente establecido un camino a seguir, sin omitir nuestra colaboración a todos los niveles, confianza, mucha confianza y abandono en las manos del Padre, somos criaturas suyas.- La caridad nos pide ser humanos unos con otros, con todos, la oración, la entrega desinteresada, el conducirnos en todo según las normas dictadas, todo contribuye, porque todo suma.- Consideremos el esfuerzo gigante de tantas personas y hagamos lo que esté de nuestra parte.-
Reconozco que siento desconcierto e incertidumbre.
Cuando intento hacer silencio y escucharme, me descubro frágil, minúscula. En la oración observo que tiendo a contemplar el Universo, se me viene a la memoria esa foto obtenida desde muy lejos, una Tierra que es un puntito azul perdido en el espacio negro. Y curiosamente me consuela, me calma, me ayuda.
Desde el encierro de mi casa, poco puedo hacer, me he propuesto repasar la lista de contactos y llamar cada día a dos personas que estén mas solas. Charlo un rato con ellas.
La TV cada día la veo menos, me parece exagerado el tiempo que le dedican, escucho el informe de todos los dias a las 11,30 y un poco los las noticias del extrangero.
¿Como me imagino el luego? Espero que aprendamos a valorar mas la ciencia que el futbol, La sanidad publica, seamos mas solidarios, descubramos lo importante del bien comun… La economia no me la puedo ni imaginar.
Seria estupendo que aprendiéramos a vivir de otra manera.