En este último mes estamos asistiendo a un “terremoto sociopolítico” que está aconteciendo como efecto dominó en el Norte de África, especialmente en Tunez y Egipto. Algunos llaman la revolución de los nuevos medios sociales. Los medios sociales son sin duda herramientas enormemente útiles que han permitido un cambio en el enfoque de la comunicación tal y como tradicionalmente se ha entendido.
La gran revolución está siendo del pueblo, que sufre la violencia o huyen, como es el caso de Tunez, hacia una Europa que quizá presa del miedo y de la complicidad de tantos años en mantener los regímenes dictatoriales, no ha sabido o sus intereses no se lo ha permitido reconocer y denunciar dicha situación. Como dice Julián Cáceres: “Me alegra que los tunecinos hayan podido utilizar los medios sociales para llamar la atención hacia sus reivindicaciones. Pero no deshonraré la memoria de Mohamed Bouazizi (su muerte desencadenó las revueltas en Túnez) o de los otros 65 que murieron en la calle por la misma causa, etiquetando lo que está sucediendo de ningún otro modo que como una “revolución humana”.
Los egipcios, por su parte, han conseguido dar al mundo una lección de civismo que indudablemente debe ayudarnos a revisar tantos y tantos prejuicios equivocados sobre la generalidad del mundo musulmán y los países del tercer mundo y “emergentes”.
El pueblo egipcio, con su pacifica lucha, ha puesto en cuestión a todos los gobiernos dictatoriales del mundo, que ven como sus sillas pueden comenzar a moverse, no por ejércitos exteriores, sino por la lucha pacífica de sus ciudadanos de buena voluntad. A la vez ha dejado ver “las vergüenzas” de muchos países del mundo llamado democrático y occidental que han estado sosteniendo durante tanto tiempo las dictaduras y agasajando a los dictadores.
La actitud del pueblo egipcio en esos dieciocho días hemos visto a personas corrientes como cualquiera de nosotros, es decir, sin demagogias fáciles: hemos visto “personas”, a las que nos hemos sentido unidos incluso sentimental y afectivamente y se han ganado nuestra profunda admiración y respeto por sus ideales, sí, pero de modo muy especifico por su comportamiento.