Digamos que no es esta una cuestión que está a flor de piel. Pero a poco que se toque el tema de la relación con los jóvenes, surge enseguida, como manantial escondido, la pregunta: ¿qué pasa que los jóvenes no nos siguen?
Pero este es un aspecto de la preocupación por la transmisión en el que muchas personan se quedan con cierta nostalgia. Éste es el anverso de la cuestión, el reverso es cuando quienes nos consideramos que seguimos la tradición nos preguntamos sinceramente, ¿qué tengo que transmitir? y ¿cómo lo que tengo que hacer?…, pero a este planteamiento llegan pocas personas. Las más de las veces o nos culpabilizamos de no haber sabido hacer dicha transmisión, o, lo más frecuente, es recurrir a la acusación, es decir, son los otros los que no se preocupan pues no piensan más que en el divertirse y en pasárselo bien…
Personalmente pienso que el desafío de la transmisión es un punto crítico a la ahora de vivir la fe en el momento actual. Plantearse la transmisión de la fe, es preguntarse por la actualidad, la viveza, la personalización de la fe; es salir de inercia y del anonimato en que se vive, más que la fe, la religiosidad “cristiana”.
Es evidente que la situación que vivimos en la sociedad actual es singular, pues la historia es un acontecer continúo, no es el calendario cronológico o climático. Generalmente somos las personas mayores las que solemos decir que estos tiempos son muy distintos y diferentes, ¿con relación a qué? Pues sin duda con relación a los tiempos que vivimos cuando éramos jóvenes.
El tiempo como acontecer siempre es un desafío para todos, tanto para jóvenes como para mayores. La diferencia está en la situación personal que siempre es peculiar. Todas las personas llevamos algo en la mochila, desde los genes, pasando por las experiencias y prejuicios hasta la sabiduría que dan los años…
Para mí ha sido un descubrimiento en esta etapa de mi vida, al menos soy más consciente, al pensar que yo también soy receptor de esa fe, yo también tengo que recibirla, hacerla mía. No vale pensar que yo he estudiado teología, que he recibido una formación muy amplia y profunda. Tengo que reconocer, pero no quiero que sirva de excusa, que el largo periodo de mi vida que pasé en el seminario fue para prepárame a transmitir la fe a los otros, sin descuidar lo personal pero casi quedaba en segundo plano. Basta constatar el tiempo que dedicaba al estudio y el que dedicaba a la “espiritualidad”; lo que se me exigía y controlaba era el estudio, la espiritualidad era cuestión de ser una persona honrada, justa y que hiciera oración y visitas al sagrario… No será este uno de los puntos críticos del seminario actual. ¿Es posible transmitir hoy la fe sin haberla antes asumido personalmente con cierta madurez? Me pregunto si en los seminarios se tiene suficientemente en cuenta hoy este aspecto.
La transmisión de la fe no es simplemente una acción que supone el pasar algo a alguien. La fe es fundamentalmente un encuentro personal, nadie puede responder por mí a esta cita. Pero ese encuentro con Dios que es la fe, supone antes, durante y después otros muchos encuentros de personas, de acontecimientos, de experiencias que son testigos con su vida y su obrar de esa Presencia amorosa, que es Dios. Es a través de esos encuentros que se hace presente el Espíritu de Jesús, que se convierte en un encuentro único, pues la fe es un abrirse a la presencia amorosa del Espíritu de Dios que me propone una manera de vivir, de afrontar la vida, de relacionarme con las personas, ante la justicia, ante los retos de la sociedad, de la política etc., que sin duda es singular en tanto que soy yo quien lo tengo que acoger y aceptar en mi vida.
Este me parece que es el punto de partida para un planteamiento de la transmisión de la fe.
Un segundo aspecto son las otras personas con las que quiero intercambiar. Reconozco que he tenido que superar dos tentaciones -constato que son muy frecuentes-. Una primera ha sido la de “culpabilizarme” teniendo diálogos interiores en los que me decía: “No he hecho lo posible para acercarme…”; “He descuidado decir esto o lo otro…”; “no he prestado suficiente tiempo y empeño, por eso…”. La segunda tentación es “acusar” a las otras personas, diciéndome: “es que no piensan más que en ellos…”; “cada uno va a lo suyo y no se interesa más que de lo inmediato, de lo material”; “es que la gente no piensa…”…
Para mí transmitir la fe y los valores que dan sentido a mi vida supone simplificando mucho:
- Vivir profundamente aquello que quiero transmitir. Lo que supone sentir, pensar y actuar de manera coherente…
- Emplear una pedagogía experiencial, no se trata decir lo que tienen que hacer, ni dar consejos y, mucho menos, de juzgar las acciones de las otras personas. La pedagogía de la experiencia tiene en cuenta a las otras personas, me sitúo en un plano de igualdad, trato de buscar ocasiones para proponer, ofrecer hacer experiencia de algo concreto, para poder intercambiar, dialogar, sin otro fin que el de que las personas seamos más conscientes… Yo recibo tanto o más de lo que ofrezco, para sorpresa mía.
- No olvido que siempre queda la libertad de las personas, sin pretender que venga a mi grupo, a mi manera de pensar y obrar, por eso no puedo argumentar que las otras personas no han querido acoger, aceptar…, ese es su mundo, su vida, su opción…
Sirvan estas notas para compartir e intercambiar….
Nacho
No había leído este artículo hasta hoy. Su lectura ha sido muy significativa para mí.
Me parece un artículo muy acertado y valiente, presentado en un momento muy adecuado. Continuamente nos preguntamos: ¿Por qué no hay jóvenes en nuestras iglesias?, ¿por qué cada vez quedamos menos cristianos practicantes?…Y tenemos tendencia a darnos respuestas fáciles: la sociedad de hoy se ha alejado de la Iglesia, se han perdido los valores de siempre…, los jóvenes tienen otros intereses… Creo que el artículo, pone el acento en un punto clave, la mejor manera de transmitir la fe, es vivirla personalmente. Dices otras muchas cosas que son valiosísimas para plantearnos cada uno de nosotros nuestra forma de vivir, no sólo la fe, sino toda nuestra vida como algo integral y como lo más valioso que tengo. De un planteamiento serio en este sentido, y su obrar consecuentemente, surge en los demás un cuestionamiento que les interroga ¿por qué esta persona actúa así? Ello da lugar a que se manifieste nuestra creencia y constituye una de las mejores maneras de transmitir nuestra fe.
Gracias por tus manifestaciones
Gracias Nacho por esta reflexión profunda, a la vez que, profundamente humana. Con toda humildad, me atrevo a decir, que hace un poco de tiempo, las preguntas de los dos primeros párrafos, también me las he hecho. Hoy mismo, al despertar de madrugada, y después de la breve, pero para mí, provechosa oración de rezandovoy. Me he preguntado, en mi situación actual, ¿qué y cómo, hacer, para transmitir mi amor a Dios en Jesucristo? cuando casi todos los de mi entorno más inmediato, se han ido descolgando,(no creo que de la fe, sí de la práctica que es lo que visualizamos, y por desgracia juzgamos) quien soy yo para saber, cómo viven los demás, desde su yo más profundo. Tendré que empezar, por intentar comprender, aceptar, pero sobre todo, amar. Lo demás, confío en que el Espíritu, de alguna forma y através de…se me irá manifestando en su momento.
Merci Nacho pour cette profonde réflexion.
Je me permets un petit commentaire: Je m’interroge souvent quand je me trouve devant les enfants et petits-enfants: que puis-je leur dire de ma foi? qu’est-ce qu’ils me disent de ma foi? que sont-ils en train de découvrir aujourd’hui après les avoir ‘éduqué’ selon une certaine manière ?
Aujourd’hui, mon espérance c’est de pouvoir poursuivre des relations de plus en plus vraies et sereines qui manifestent un désir de vivre plus libre et respectueux des autres, favorisant la rencontre avec les proches et moins proches, tout en puisant de la force dans l’Esprit du Ressuscité.