Un grave atropello nos hace más conscientes de nuestra VIDA
Hola, somos Asun y Toni, este invierno hemos vivido una experiencia que nunca imaginamos, se nos sugiere que sería bueno compartirla, y así vamos a hacerlo, es la siguiente…
Soy Toni, es domingo siete de enero de 2024; ya pasan de las seis de la tarde; es de noche, como otras tardes estamos en casa preparándonos mi mujer y yo para ir a caminar, a paso alegre, algo más de una hora y media rodeando la ciudad. Como hace frío, me pongo unos pantalones largos que me regalaron ayer cuando celebramos en familia la fiesta de Reyes y mi 65 aniversario, que fue hace dos días, el viernes día 5.
Estoy contento, porque hace justo un mes que me he jubilado, pero con las fiestas de Navidad, aún no sé lo que es la jubilación. Mañana lunes, relativamente pronto, a las ocho voy a estar con mi nieto que tiene 10 meses y me hace mucha ilusión. Voy a empezar a disfrutar de mi nueva situación laboral…
…estoy en la cama, no noto dolor, apenas me puedo mover, el ojo izquierdo no lo puedo abrir, el derecho apenas lo abro y puedo ver una raya de luz, no sé dónde estoy ni qué hora es, no puedo casi hablar, estoy tranquilo; mi primer pensamiento es para mi nieto; debo avisar porque como estoy no podré ir a las ocho de la mañana para cuidarlo.
Una voz masculina me dice: No te preocupes, tu mujer está aquí a tu lado. Lo que pienso es «Qué bien, mi mujer está conmigo cuidándome»; estoy como cansado y con sueño. Por la información que poco a poco voy asimilando, me doy cuenta que estoy en la UCI; mi mujer no me está cuidando; está a mi lado en otra cama también ingresada. Me dicen que nos han atropellado a los dos en un paso de cebra. Hago memoria, no me acuerdo haber salido de casa a caminar, no recuerdo el atropello ni ser trasladado al hospital; parece que tengo un vacío en la memoria de varias horas.
Soy Asun, la mujer de Toni; así como él no recuerda nada del momento del accidente, porque su golpe más fuerte fue en la cabeza, yo me acuerdo de todo… Íbamos caminando como muchas veces hacíamos y cuando cruzábamos por un paso de cebra de repente noté una fortísima sacudida en mi cuerpo y empecé a dar muchas vueltas hasta parar en el asfalto, en ese momento pensé que podía venir otro coche y volverme a atropellar, como pude me arrastré hasta el lado de la acera, en ese momento pensé: ¿Y Antonio?, y al mirar enfrente, al otro lado de la calle lo vi tendido de espaldas a mí, empezaron a acercarse muchas personas y yo empecé a preguntar por mi marido, me dijeron que estaban hablando con él y respondía coherentemente, entonces me tranquilicé, una persona me cogía de la mano y me decía, “tranquila yo estoy aquí contigo”, después me enteré que era Pau, un joven que conocía desde niño porque sus padres y él estamos en la misma comunidad parroquial, ellos fueron los que empezaron a avisar del accidente hasta que llegó a nuestros hijos y demás familia.
La ambulancia vino enseguida; yo en todo momento me di cuenta de que tenía a mi marido siendo atendido y quejándose mucho de un pie; también fui consciente cuando nos ingresaron a los dos en la UCI.
Lo que más nos angustia es pensar en el tiempo que estuvieron nuestros hijos, familiares y amigos esperando a que les dieran noticias de nuestro estado y poder visitarnos en la UCI. Nosotros no éramos conscientes del tiempo que pasaba, pero, después, supimos que fueron muchas horas de incertidumbre.
En la UCI estábamos muy bien cuidados, siempre dando gracias por estar vivos y por tener todo lo que necesitábamos para podernos curar: unos médicos y enfermeras excelentes, con medicamentos necesarios para no sentir dolor, medios materiales para estar cómodos… Éramos conscientes de que muchas otras personas en el mundo carecen de todo o parte de esto. Nos acordábamos especialmente de las personas heridas en las guerras con falta de todo.
Estando aún en la UCI, la persona que nos atropelló y que trabajaba en el hospital vino a vernos porque estaba preocupada por nuestro estado de salud. Nos dijo que no nos había visto. Le dijimos que ya sabíamos que no había sido intencionado y que lo importante era que nos recuperáramos los tres, que se cuidara porque sabíamos que lo estaba pasándolo muy mal y que sería algo difícil de olvidar. Después se fue muy afectada, llorando.
También nos sentíamos muy afortunados y agradecidos por todo el cuidado, cariño y oraciones de nuestros familiares, amigos, conocidos… Que, aunque físicamente no estaban todos a nuestro lado, sí los sentíamos muy presentes y cercanos.
El 11 de enero nos trasladaron de la UCI a una habitación. En todo momento estuvimos los dos juntos; es muy de agradecer lo bien cuidados y acompañados que nos sentíamos por nuestros familiares y conocidos. Un día significativo para los dos fue el sábado 13 de enero, cuando yo (Toni) pude levantarme de la cama y sentarme junto a la cama de Asun que aún no podía moverse y por fin nos cogimos un rato de la mano.
Poco a poco las noticias que recibíamos eran positivas y esperanzadoras; las lesiones evolucionaban favorablemente, mejor de lo previsto. A mí (Toni) las lesiones de la cabeza ya no eran tan preocupantes, y a mí (Asun) que me habían dicho que estaría tres meses en la cama sin poder moverme por las lesiones de la pelvis, me comunicaron que ya podía levantarme e intentar dar los primeros pasos. También me decían que ya no me sangraba el hígado, por lo que seguíamos dando gracias por nuestra evolución tan favorable.
El 16 de enero nos dieron el alta hospitalaria; por fin podíamos estar ya juntos en nuestra casa. Ahora nuestro esfuerzo era hacer lo posible para ir poco a poco recuperándonos.
Los dos necesitábamos ayuda para todo, así que contratamos a una chica las 24 horas del día hasta que pudimos valernos para lo imprescindible.
Nazli (la cuidadora) es especial; nos cuidaba con mucho cariño y alegría, además de ser muy eficiente en todas las tareas que eran muchas: ducharnos, limpiar, cocinar, curarnos, comprar,… intentábamos hacérselo lo más fácil posible. Es un trabajo que, por muy bien pagado que esté, siempre es poco. Nazli estaba en todo momento contenta, alegrándonos el día. Su trabajo y actitud fueron una lección y un ejemplo para nosotros; siempre le estaremos agradecidos y así se lo hicimos saber en todo momento.
Aunque teníamos muchas lesiones y algunas muy graves, siempre veíamos lo bueno y positivo, y nunca nos deprimimos. Esto sorprendía a las personas, de tal forma que meses después hicimos una comida para dar gracias a la familia, y nuestra sorpresa fue que antes de que nosotros expresásemos nuestro agradecimiento fueron ellos los que nos agradecieron nuestra forma de afrontar la situación y nos contaron lo admiradas que quedaban las personas cuando les preguntaban por nosotros y les contaban nuestra actitud. Nuestra respuesta fue que para nosotros no suponía ningún esfuerzo; es nuestra forma natural y normal de ser.
Fuimos conscientes de que gracias a nuestra fe en Jesús, vivimos de una forma que nos hace felices y también hacemos felices a los demás, porque viendo nuestra actitud y nuestra preocupación también por ellos les hacemos más fácil vivir estos malos momentos.
Como hemos dicho al principio, compartimos esta experiencia con el deseo de que a alguien le haga bien y le pueda servir.
Acabamos como hemos estado continuamente, dando gracias:
Gracias por estar vivos.
Gracias por atropellarme primero a mí (Toni), que frené un poco el vehículo y el golpe a Asun fue menor.
Gracias por las personas que pararon, nos cogieron de la mano, llamaron al 112, acompañaron, nos asistieron en los primeros momentos y llamaron a nuestros familiares.
Gracias a todo el personal sanitario por sus excelentes cuidados, especialmente al médico de la UCI, que fue inmejorable.
Gracias a Darío y a Rubén, nuestros hijos y a sus parejas Gràcia y Sònia, que en todo momento han estado pendientes de nosotros, preocupándose y organizándolo todo.
Gracias a Ares, nuestro nieto, que con su presencia nos ha quitado dolores y nos ha dado mucha alegría.
Gracias a nuestras hermanas María Antonia, Vicenta, Mónica, Rosa, Amparo y a sus parejas que siempre han estado a nuestra disposición para acompañarnos, cuidarnos, hacernos comidas, de taxistas y cualquier cosa que necesitásemos, siempre con mucho cariño.
Gracias a los técnicos de las ambulancias que nos han traído y llevado a consultas con una sonrisa.
Gracias a los fisioterapeutas que han intentado que nuestra recuperación fuera rápida y que nuestras secuelas sean las menos posibles.
Gracias a Mati, la enfermera que venía a curarnos a casa.
Gracias a Nacho nuestro médico de cabecera que se ha preocupado muchísimo por nosotros dos.
Gracias por nuestros familiares, amigos y conocidos que han estado pendientes de nosotros. Han sido un gran apoyo porque nos hemos sentido muy acompañados.
Gracias por todas las oraciones de conocidos y desconocidos, y por los que se preocupaban por nosotros.
Gracias por tener una casa con todo lo necesario para estar cómodos y con unas vistas privilegiadas desde donde vemos un parque lleno de naturaleza y montañas que nos ha ayudado a superar el no poder salir de casa.
Gracias a Nazli que siempre nos cuidó exquisitamente.
En resumen, gracias a Dios que ha estado siempre a nuestro lado.
Dar Gracias en todo momento y en toda situación. Una forma diferente de afrontar la vida como una opción que se nos ofrece generosamente, no se trata de exigirla, sino de agradecerla.
Vuestro relato termina con una letanía de acción de gracias con nombres y apellidos, gracias concretas a las personas y situaciones cotidianas de cada momento y al final termináis con un resumen, Gracias a Dios, que ha estado siempre a nuestro lado. Agradezco que hayáis compartido esa experiencia de sentir a Dios en cada una de las personas que estaban a vuestro lado, personas que sin saberlo estaban siendo las manos, las piernas, la cabeza y el corazón de Dios actuando en vosotros. Estoy convencido que de este modo es como el Dios de Jesús actúa en nosotros. GRACIAS.
Me ha emocionado mucho leer vuestro relato, aunque ya había escuchado algo cuando nos vimos en el encuentro de julio en Moncada. Al leerlo ahora con más detalle, veo todo el proceso lento y arduo de recuperación por el que habéis pasado. Me doy cuenta de que esa experiencia, que en principio parecía una desgracia, ha sido una auténtica oportunidad que habéis sabido aprovechar para crecer. No solo como personas y como pareja, sino también en vuestras relaciones familiares, con los amigos, y en vuestra relación con Dios. El Dios que Jesús nos mostró, que camina a nuestro lado, incluso en los momentos más difíciles, ayudando a construir nuestra historia.
Me parece maravilloso cómo habéis expresado el agradecimiento al final de vuestro relato, reconociendo que todo lo vivido, aunque doloroso, ha sido un don, un regalo que os ha permitido descubrir cosas profundas. Gracias, Toni y Asun, por compartir vuestro testimonio tan sincero y lleno de vida. Es un recordatorio poderoso de cómo, incluso en la adversidad, podemos encontrar caminos para crecer y estar más cerca de los que nos rodean y de Dios.