No creo que la afirmación sea una mera intuición, para mí es una convicción. Mi experiencia me lo confirma, pues, a pesar de ser un buen lector y estudioso, reconozco que lo que me queda como propio es la experiencia vivida, lo otro ilustra la mente pero no llena el corazón.
Hoy las ciencias humanas convergen en situar la experiencia en el centro de cualquier proceso de aprendizaje, sobre todo, en aquellas dimensiones que están relacionadas con el sentido de la vida y, por tanto, en la evangelización.
Para mí la clave de la prevalencia de la experiencia sobre la formación se ha hecho evidente desde el momento en que he optado por “vivir de dentro a fuera”. Mis lecturas formativas, vídeos, films, conferencias (cada vez menos) las elijo yo en función de mis inquietudes y búsquedas, otra cosa son las lecturas, films de relax y distracción. Experimentar, pues, es saber desde dentro, desde la propia relación conmigo mismo, con las personas, con el mundo, con Dios. Pero hay algo muy significativo, para que haya experiencia no basta estar en contacto con la realidad, tengo que interpretar dicha realidad, pues solo al interpretarla es cuando la puedo considerar mía, pasando a formar parte de mi vida.
Desde esta prevalencia de la experiencia, que trato de vivir y que sin duda ha cambiado mi vida, me planteo abiertamente algunas cuestiones. ¿Por qué hay más ofertas de sesiones, conferencias, cursos de formación que itinerarios para vivir experiencias? ¿Por qué hay más gente que se lamenta de la falta de formación que de la carencia de experiencias de vida?
Los cursos o sesiones de formación, en general, contienen los conocimientos necesarios para desenvolverse en la vida adulta. En los cursos, sesiones, conferencias, vídeos… la verdad se aprende.
El itinerario es una trayectoria que define y describe el camino que va a ser recorrido bien sea una ruta geográfica o vivencial. En el itinerario la verdad se experimenta. El itinerario deja espacio a la persona, tiene en cuenta su autonomía y su caminar. Un itinerario es una experiencia vivida con resonancias en todo el ser y en todas las dimensiones: física, intelectual, afectiva, espiritual. Un itinerario es algo más que un conjunto de actividades o de estrategias; es una inmersión en la realidad, de la que se sale en parte transformado.
Hoy, debido a la situación actual, la fe hay que proponerla por medio del testimonio de vida de los creyentes. La fe se aprende fundamentalmente al modo de una experiencia compartida, de un proceso realizado en compañía de otras personas, cuya fuerza para vivir se inspira en el Evangelio.
Concluyo este compartir, después de haber vivido muchos itinerarios, con esta propuesta: la verdad que se experimenta prevalece a la verdad que se aprende.
Nacho
La experiencia enraíza en nuestro caminar cotidiano.- Se dice: La experiencia es la madre de la ciencia.- Yo digo, la experiencia es la madre de la formación de toda persona.- La historia vivida por cada uno de nosotros deja huella y se grava para todo el tiempo que se vive.- Está antes, por encima de la formación, los conocimientos adquiridos que van modelando y dando forma a nuestro saber y entender, se aprenden, se retienen en la memoria, la experiencia queda incrustada y sirve para toda la vida.- Todos sabemos que el saber, muchas veces, no sirve para afrontar determinadas funciones, si se carece de la correspondiente experiencia.- A mi me gusta bucear en el silencio, pero me faltan horas de vuelo y necesito ir descubriendo el modo de adentrarme y moverme con más agilidad, mi experiencia es muy pequeña, muy pobre.- Esto ocurre en todas las cosas de la vida.- Somos invitados a crecer en el campo de lo experiencial para una formación integral.-