Mi historia y mi situación es como la de muchos otros, pero recientemente se me propuso la idea de escribir sobre ella, por un lado como una manera propia de poder expresar el escenario en el que me encuentro personalmente, y por otro para animar a otras personas que se encuentren en un contexto similar, que por desgracia, son muchos de los pertenecientes a la generación de la que soy parte.
Al igual que existen personas de grandes ambiciones a nivel laboral, académico, etc., a las cuales respeto, yo siempre aspiré simplemente a ser feliz con todo aquello que hiciera. Nunca he buscado estudiar una carrera de relumbrón ni tener un empleo que reportara muchos dígitos a mi cuenta corriente. Por esa razón, cuando en el verano de 2002 se me presenta la oportunidad de hacer la primera elección importante de mi vida a nivel académico, tuve muy claro que lo que mejor se me daba y lo que más me gustaba era la lengua inglesa, y consecuente con mi idea original, me decidí por la Filología Inglesa, donde aparte de perfeccionar el idioma, podría ampliar conocimientos con respecto a otros ámbitos como la literatura, la cultura, el teatro, la historia de los países anglohablantes, etc., con la posibilidad de desarrollar esos conocimientos en un futuro dedicándome a la docencia de la lengua que llaman la de Shakespeare. Eran tiempos distintos a los actuales, de bonanza económica, de burbuja, de enchufes para todos, de empleo seguro, por lo cual esa decisión de estudiar una carrera me daba la seguridad de tener un buen empleo cuando la finalizara, del que pudiera disfrutar y que me permitiera disfrutar.
Poco más de seis años más tarde conseguí terminar la carrera pero el contexto social y económico del país empezaba a ser muy distinto al que había cuando empecé. Ya no existía ni bonanza, ni burbuja, ni el pleno empleo que se nos prometía desde la clase política española. Más bien nos empezamos a dar cuenta todos de que aquello había sido una ilusión temporal y pasajera. Y una vez salido de la universidad pareció como si todas las esperanzas y posibilidades laborales derivadas de una carrera universitaria se hubieran empequeñecido, sentí que todas las puertas que parecían abiertas a nuestra generación se habían cerrado de repente.
Si buscaba un trabajo como profesor en un centro privado o concertado, no tenía la experiencia necesaria y suficiente, ya que hay personas que prefieren lo conocido antes que arriesgarse a darle la oportunidad a un desconocido sin apenas experiencia. Si lo intentaba en un centro público, ya no hay oposiciones porque desde la administración nos dicen que no hay más dinero para educación. Y si intento buscar trabajo de cualquier otra cosa, a mi inexperiencia se le suma el hecho de que el empleo en general escasea y de que los empleadores me dicen que “cuando encuentres algo de lo tuyo, nos dejarás tirados” o “como tienes carrera, querrás cobrar un dineral”. En ese momento hago el amago de responderles que mi única ambición es ser feliz, y si lo soy, da igual lo que gane o si me sale algo “de lo mío”. Pero justo en ese momento pienso que no me entenderían ya que, por desgracia, la felicidad para muchos viene dada por los billetes y no ven más allá del dinero y los negocios.
Muchos de mis compañeros de generación ya han optado por una alternativa cada vez más buscada, que es la de abandonar España para trabajar en otro país en el que sus estudios sean más valorados. Otros nos hemos quedado, y en mi caso, el hecho de estar en proceso de empezar a formar una familia hace que esa opción sea inviable hoy en día aunque no descartable en un futuro.
Es frustrante a nivel personal el sentirse inútil ante una situación como esta y, sobre todo, el de no ser de utilidad para la sociedad a través de un trabajo o un servicio. Aún así, sigo teniendo la esperanza y la ilusión de conseguir la que ha sido mi ambición desde que tengo uso de razón, que no es otra que la de ser feliz.
ALBERTO AYALA
Alberto me ha gustado mucho leer tu escrito. Tengo una hija que piensa mas o menos como tu, que hay que ser feliz trabajando y no supeditarlo todo a ganar mucho dinero. Precisamente por ver las cosas de ese modo ha tenido problemas con su jefe, ella no se quiso plegar a sus exigencias de ser jefa de departamento, de ganar mas dinero, de dedicarle muchas mas horas a la empresa etc. se enfrentó con el y le dijo que ella quería hacer lo que estaba haciendo pues eso era lo que a ella le gustaba y por lo que ella había entrado a trabajar allí. El no lo entendió y la tachó de irresponsable insolidaria y algunas cosas más.
Ya se que este no es tu caso porque, me ha parecido entender que no tienes trabajo, y ella sí, pero desde aquí quiero animarte y que sigas pensando y actuando como tu crees que debes hacerlo y no como los demás quieran, y para que veas que no estas solo en tu empeño.
Muchos ánimos y mucha suerte en todo lo que emprendas en la vida. Te mereces todo lo mejor. No cambies nunca. Un abrazo de una madre que te entiende.
Pepita
Alberto he leido tu comentario y te doy la razon porque yo ya soy mayor y pienso en las generaciones proximas como mis nietas que cuando terminen sus estudios estaran como tu o peor espero que pronto encuentres trabajo pero nunca pierdas la felicidad que tienes eso es la mejor fuerza que tienes un abrazo Alberto
Si comprendo bien lo que tu escribes (adoro la lengua española pero la práctico muy poco.
Me alegro al comprobar que es posible concebir de otro modo la vida y particularmente ante de puertas que se cierran, que continúan cerrándose para un gran número de trabajadores, jóvenes y menos jóvenes. Esto me me hace pensar y me invita a revisar mi posición para: ¡adherirme a todo lo que promueve a la persona humana, defender todavía más a las personas que luchan por una visión de la vida «más compartida», que buscan soluciones para una vida más simple y por consiguiente «más ‘alegre», que quieren vivir de otro modo, sin caer en el angelismo! La mentalidad de provecho es tan importante para los hombres y mujeres de hoy ¡qué es difícil y hay que recorrer un largo camino para aprender a cambiar nuestras maneras de vivir y de pensar!
¡Gracias por tu testimonio, Alberto!