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3 Comments

  • JOSE NORIEGO dice:

    Personalmente, los sentimientos emocionales, con todo mi respeto hacia ellos, no solucionan la raíz del problema. No creo que tengamos literalmente «raíces comunes». Es verdad que los movimientos migratorios son impulsados por una variedad de factores, pero en mi opinión el peor favor que le podemos hacer a los migrantes es engañarlos, porque dentro de esos factores, como la seguridad y la vida, cuando llegan al país correspondiente, no los encuentran, entre otras razones porque los países no están preparados para acoger tanta necesidad y diversidad. Hay muchos países donde no se producen estos movimientos de personas ¿porque?. Si yo no puedo acoger a una persona porque me es imposible darle lo que necesita, no la puedo engañar, mis valores cristianos me lo impiden, y por lo tanto no debo acogerla, puedo ayudarla a buscar otras soluciones. Una de las posibles soluciones seria trabajar en su país de origen, para crear infraestructuras necesarias que le permitan VIVIR DIGNAMENTE ¿por que no se hace?

  • Nacho dice:

    He sido un migrante discontinuo. Lo que me motivó a migrar fue la oportunidad de unirme al Movimiento por un Mundo Mejor. No fue el título del servicio lo que me atrajo, sino el desafío de alejarme de mi familia, mi cultura y mi entorno eclesial, para abrirme a un nuevo mundo y conocer otras formas de vivir. Ser parte de un grupo internacional y entrar en contacto con diferentes culturas era una oportunidad única.

    Realmente, mi experiencia migratoria ha sido intermitente, ya que he estado involucrado en tres periodos diferentes. Esto me ha permitido no perder completamente mis raíces. Ahora, en esta etapa de mi vida, considero que unirme al movimiento ha sido lo mejor que me ha pasado, superando todas mis expectativas. Esto me motiva a enfrentar la indiferencia de algunas personas y el rechazo de otras.

    He invitado a amigos de diferentes regiones, culturas y continentes a nuestra casa familiar. Ellos han demostrado ser personas normales, con las mismas aspiraciones, necesidades y creencias. Recuerdo una anécdota de hace más de treinta años, cuando un amigo sacerdote del Congo vino a pasar dos semanas conmigo. Fuimos a casa de mi sobrina, que tenía dos niñas de 4 y 6 años. Siguiendo la sugerencia de mi sobrina, las llevé a comer a casa de mis padres. Me sorprendió que la mayor se resistiera a ir, diciendo que «nunca había visto tan cerca a una persona tan negra». Tuvimos que regresar a casa de mi sobrina. Esta experiencia nos ayudó a entender y aceptar lo diferente, que en realidad no es tan diferente.

    • Jesús Palomino dice:

      Mi estimado José. la vida humana está hecha de encuentros y compartires, y siempre estos encuentros serán una riqueza para ambos que marcarán sus propias vidas. El problema está que lo entendemos racionalmente, pero en lo afectivo lo rechazamos; esta actitud nos hace vulnerables, inseguros y ciegos y buscamos de alguna manera justificarlo. No hay ningún pueblo que haya podido vivir encerrado en sí mismo sin comunicarse ni compartir con otros, porque termina extinguiéndose. No hay pobre que no tenga algo que compartir ni rico que no tenga necesidad de algo.

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