Skip to main content

MI EXPERIENCIA PERÚ 2019

By 13/02/2019Experiencias

Es el año en el que participo en el encuentro de jurisdicciones que se reúnen a principios de febrero. La situación común de estas jurisdicciones eclesiásticas es que se sirven del mismo instrumento pastoral. Mi servicio y, a la vez desafío, es despertar y acentuar la dimensión espiritual un tanto, por no decir un mucho, olvidada.
Al inicio del encuentro, del 1 al 9 de febrero, yo quise comprobar si se había hecho algo que había propuesto para realizar en el transcurso del curso pastoral, mi sospecha, que no se había hecho nada, quedó confirmada en los primeros contactos con algunas personas antes de iniciar el encuentro.

Muy pronto pude constatar que el número de participantes había descendido significativamente, por diversas razones que no voy a entrar, y un número también manifiesto de personas participaban por primera vez. Esta situación sin duda me afectó, un cierto sentimiento de frustración, de fracaso, de duda me rondaba por dentro interrogándome sobre si estaba siendo acertado el camino iniciado hace dos años para dinamizar la dimensión espiritual. Me cuestionaba en mi interior, diciéndome: qué es lo que estaba pasando después de haber compartido que la espiritualidad prevalece a la pastoral, de los ejercicios de interiorización… Reconozco que tuve que sobreponerme y levantar el ánimo diciéndome, ¡ya estoy aquí! voy a aprovechar la oportunidad que se me presenta en este grupo concreto que por cierto, bien pronto mostraron gran interés y dedicación.

Los tres primeros días los dedicamos a ejercitarnos en cultivar la interioridad. Creo que es una de las claves para ayudar a los agentes de pastoral a hacer el pasaje de lo doctrinal a lo experiencial, de lo conceptual y objetivo a la interioridad y subjetividad. La interioridad se convirtió en la nota dominante que marcaba la tonalidad de las intervenciones. En principio parecía que se estaba cumpliendo aquello de: “ahora sí que ha prendido la chispa”. Lo percibía yo y lo expresaban ellos explícita e implícitamente en sus rostros y en sus gestos.

Los tres días restantes se propuso vivir una experiencia de interiorización. El punto de partida: CULTURA, RELIGIÓN, JÓVENES. Parecía que la proposición invitaba a mirar a los jóvenes, por tanto, como algo fuera de nosotros, aunque había gente cercana a los treinta años, la mayoría eran adultos y alguno de la tercera edad… Pero pronto quedó claro que se trataba de vernos nosotros desde los jóvenes, no de ver qué piensan, sienten o hacen los jóvenes, sino qué pienso, siento y vivo yo de los jóvenes. La interioridad es una capacidad humana que, por cierto, hay que cultivar. En el imaginario de algunas personas confunden la interioridad con intimismo. Intimismo sugiere un tipo de relación cerrada, circular, un tanto asfixiante…, mientras que la interioridad es relacional y se proyecta en un dinamismo hacia adentro y hacia afuera. Los dos aspectos son necesarios pero siempre esa energía va de dentro a fuera, que es propio de la calidad humana. Los humanos vemos, sentimos, pensamos y actuamos desde dentro, precisamente esa es la carencia que tratamos de comprender en la primera parte para poder experimentarla en la segunda. En buena medida logramos intercambiar nuestras percepciones de los jóvenes y concluíamos que la clave de nuestra relación con los jóvenes es conectar, echar puentes, escuchar, acoger a los jóvenes. Así terminamos la breve, pero densa experiencia. No teníamos mayor conocimiento de los jóvenes, sino lo que nosotros sentimos, pensamos de ellos sintiendo la necesidad de relacionarnos con ellos. Esta actitud es una buena disposición para iniciar un proceso de acción pastor al con los jóvenes, queriendo caminar con ellos, a su ritmo. Lo importante son las personas en su relación, no el contenido que queremos que aprendan. Cada persona que participaba sentía la necesidad de relacionarse con los jóvenes para contactar, escuchar, acoger y, desde el respeto y el intercambio, comprendernos, enriquecernos y solidarizarnos.

Nacho

2 Comments

  • Nacho dice:

    Me alegro doblemente por tu comentario, por ser Marita y por lo que dices, puesto que abres el horizonte, la interioridad que no es intimismo nos lleva a relacionarnos de manera diferente hasta con misma madre tierra, que tan sensibles sois los llamados sureños. Gracias y no dejen de aportar su singularidad.

  • Marita dice:

    Pienso que hemos venido siendo descentrados de nosotros mismos por muchísimo tiempo. Aquí en Latinoamérica tuvimos y en algunos grupos originarios se mantiene, un modo muy particular de relacionarnos entre nosotros, con la madre tierra y con toda la naturaleza, que es una cosmogonía que ni nosotros mismos desde aquí solemos entender: una espiritualidad-hecha- acción basada en las interrelaciones gratuitas y necesarias entre tod@s los seres vivos y lo inanimado, donde la dependencia no tiene espacio. Presiento el gran desafío en estos pagos tan relativamente llamados sur, sin desalentarnos ni frustrarnos, de construir en cada comunidad un modo nuevo de vivirla en este tiempo: integrando lo ancestral con lo recibido a lo largo de estos 500 y tantos años de conquista… el acecho del individualismo y la dependencia que nos mantienen atentos a adquirir lo que no necesitamos, a buscar relaciones viciadas de interés y egoístas (porque son infantiles, no nos dejan crecer, etc… etc…), a no transformar las culturas para sostener estructuras caducas… provoca que nos encerremos en nosotros, sin escuchar nuestra esencia ni escuchar al otr@… ese otr@ que al hacerse otr@ para mí, me devuelve una imagen mía, esa que me permite conectarme con la realidad… la clave de la interioridad que nos proponen hoy la Ejercitaciones me resulta un camino acertado para renovar nuestros modos de relacionarnos… quizás (pienso en voz alta) el desandar los aprendizajes individualistas, que no nos conectan con otros, y con el resto de lo creado ni con nosotros mismos, sea una tarea tan lenta como el tiempo que nos llevó aprenderlos… y con tantos ires y venires como sea necesario en cada particularidad. Me alientan la búsqueda, el deseo (que es aquello que nos mueve a la Vida) y la constancia en nuestra gente… el Espíritu se encarga de mantenernos atentos un@s a otr@s, sosteniéndonos en este camino que se hace sólo al andar…

Leave a Reply