Introducción
En estas semanas nos hemos hecho más conscientes de que somos vulnerables y limitados, muy lejos de la falaz omnipotencia con que, a veces, nos engañábamos antes. También estamos constatando la solidaridad vecinal, el apoyo mutuo, el esfuerzo profesional-vocacional, el cariño explícito, la fuerza de la fe, la creatividad ante los retos. Sí, se rompió el tarro de las esencias y nos redescubrimos humanos.
Como ha dicho el papa Francisco en la oración del viernes 27 de marzo, con la crisis del coronavirus «nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos».
En este día tan especial por las circunstancias en las que nos encontramos y, para quienes creemos, queremos hacer nuestro el miedo de tanta gente, el sufrimiento, las muertes en un contexto inhumano, separaciones, exclusiones… y nos unimos en la esperanza y la solidaridad.
En nuestra cultura popular el pan es símbolo del “compartir”. Cuando Jesús quiso simbolizar su entrega a la Humanidad, tomó pan en sus manos, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de él”. El pan hace preferencia a la mesa familiar donde se parte y reparte todo para todos. Algo que no sucede en la mesa común de la humanidad dado que hay injusticias, desigualdades y exclusiones que claman al cielo. Tenemos que construir la gran mesa de la fraternidad donde haya sitio para todos, se invite a todos y en la que todo se reparte como hermanos. Hay una injusticia manifiesta porque mientras unos pocos vivimos en llamadas sociedades de “bienestar”, que estamos viendo que nos es tanto bienestar, la mayoría de la gente vive en sociedades del “malestar”. ¿Qué personas de nuestro entorno no tienen acceso a la mesa común de la dignidad y la igualdad?
La situación de pandemia que estamos sufriendo da la medida de nuestro fracaso. Su situación, más que ninguna otra realidad cuestiona nuestra autenticidad evangélica. No podemos continuar el banquete, sentados tranquilamente a la mesa, cuando faltan los principales invitados.
Símbolo: poner en una mesita una copa de vino y un trozo de pan
Canto: El amor no dice basta de Ain Karem
Momento personal:
El Padre eterno tomando un poco de barro nos dio a todos la vida, procedemos de la misma raíz, somos hermanos.- El hombre es libre y a veces hace mal uso de su libertad, consecuencia del pecado que anida en nuestra naturaleza tronchada por el peso de nuestras debilidades, que son enormes.- Cuanto más acariciamos nuestras tendencias, más nos alejamos de Jesús, el resultado: somos menos humanos, nos desentendemos del hermano, no lo tomamos en consideración.- Es mi hermano, pero no lo reconozco, me ciega el egoísmo, las pasiones, el ego, me considero único y principal.- Hoy se nos vuelve a recordar la palabra de Jesús: «Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado».- Señor, que tu gracia venga en mi auxilio, necesito amarte a ti, necesito amar a mis hermanos, es, para mi, urgente entender tu mensaje, es urgente acostumbrarme a compartir lo material y también lo espiritual.- Es una llamada apremiante que todos los días me pasas, Señor, pero yo sigo sin enterarme.- Que tu favor nos cubra.-
Cuando compartamos el pan, el vino y la palabra ,la justicia y fraternidad reinaran en la hunanidad
Gracias…