Navidad:
Un llamado a la fragilidad transformadora
En un mundo marcado por guerras y divisiones —como las que desgarran Ucrania y Rusia, Israel y Palestina, y tantas otras regiones olvidadas por los medios—, la Navidad surge como una paradoja. Mientras las luces adornan las calles y los villancicos resuenan, la violencia y el dolor persisten, recordándonos que la paz no es un decorado, sino una tarea ardua y urgente. Aquí en Valencia, la tragedia de la Dana ha dejado cicatrices profundas, recordándonos nuestra fragilidad ante la fuerza de la naturaleza y la necesidad del calor humano.
En este contexto, la Navidad cobra un significado que trasciende el festejo. Es un llamado a recordar la esencia del misterio cristiano: la encarnación. Dios eligió la fragilidad humana para revelarse, no como un monarca todopoderoso, sino como un niño indefenso, nacido en un pesebre rodeado de incertidumbre. Su vida, lejos de ser un cuento de hadas, comenzó en la humildad de un establo y culminó en la cruz. Solo después llegó la resurrección, no como un acto mágico, sino como una transformación que desafía las lógicas humanas.
Jesús nos invita a ser como niños, no a permanecer infantiles, sino a recuperar la espontaneidad, la curiosidad y la capacidad de asombro que solemos perder con los años. Ser como niños significa abrir el corazón, aprender, confiar y construir. La encarnación nos muestra que Dios abrazó nuestra humanidad para dignificarla, enseñándonos que la verdadera grandeza no está en la autosuficiencia, sino en el amor humilde y generoso.
Hoy vivimos en una época que glorifica el control y la autosuficiencia. Los avances tecnológicos y científicos nos hacen creer que podemos superar cualquier límite. Pero la Navidad nos recuerda otra verdad: nuestra vulnerabilidad no es una debilidad, sino una puerta hacia la plenitud. Jesús nos mostró que la grandeza está en descender, en estar junto a los demás, en abrazar la fragilidad propia y ajena para construir un mundo donde el amor prevalezca sobre el egoísmo.
La Navidad, entonces, no es solo un recuerdo o una tradición bonita. Es una invitación radical a vivir como Jesús, a abrir el corazón con hospitalidad, a ser artesanos de la paz en medio de un mundo dividido. También nos recuerda que la resurrección no es un final feliz al estilo de los cuentos, sino una transformación que nace del amor, la fe y la esperanza de quienes han decidido caminar en el sendero que Él nos mostró.
En cada niño que nace, en cada acto de bondad y en cada corazón dispuesto a acoger, la encarnación se hace presente. Es un misterio que desafía nuestra lógica y nos invita a abrazar la vida con humildad y valentía. Que esta Navidad, en medio de las luces y las sombras de nuestro tiempo, redescubramos este llamado y respondamos con corazones dispuestos a construir un mundo más justo y humano.
Nacho
» Navidad: la paz no es un decorado, sino una tarea ardua y urgente.
Es un llamado a recordar la esencia del misterio cristiano: la encarnación.
Jesús nos invita a ser como niños, recuperar la espontaneidad, la curiosidad y la capacidad de asombro, no a permanecer infantiles.Dios abrazó nuestra humanidad para dignificarla con amor humilde y generoso.
Jesús nos mostró que la grandeza está en descender, en estar junto a los demás, en abrazar la fragilidad propia y ajena para construir un mundo donde el amor prevalezca sobre el egoísmo.
Es una invitación radical a vivir como Jesús» Gracias Nacho.
Durante la comida con un grupo de amigos se comenta sobre la situación de la sociedad en estos momentos y el contraste del ambiente entre el interior de unos grandes almacenes y los barracones abandonados donde se refugian personas «sin techo» Me ha llamado la atención la reacción de una persona: «Yo no puedo evitar las lágrimas»
Y me pregunto: ¿Me quedo en las lamentaciones?