Del 11 al 17 la cruz del JMJ llegó a la diócesis de Valencia, como ya se ha hecho en otras muchas diócesis de España. Se le está dando un paseo por toda la diócesis llevándola a todas las ciudades que son centros comarcales. Haciendo vigilias de oración para jóvenes. La intención, según se dice en la información, es preparar el encuentro con el Papa Benedicto XVI en agosto del 2011 en Madrid. Este simple hecho ha despertado en mí serios interrogantes, sobre todo en este tiempo de cambios profundos que estamos viviendo.
El modo de ser humano necesita de símbolos para expresar lo más profundo de su ser, pensar y sentir, pues las palabras son insuficientes. La cruz es “la señal”, se decía en el catecismo, del cristiano. Todos los creyentes estamos de acuerdo, en principio, que la cruz tiene que llevar a los jóvenes (también a los no tan jóvenes) al encuentro con Jesús, el Viviente. ¿Cómo es que se lleva el símbolo de la cruz de forma tan “manifiesta” por todas partes? ¿Acaso la cruz no es un estilo de vida que surge de optar por dejarse llevar por el Espíritu de Jesús y no por el “espíritu mundano”?
La pastoral de los jóvenes reconozco que hoy no es fácil porque no sólo ellos están en cambio, sino también porque nosotros los mayores tenemos que cambiar. Si alguna luz veo en esta oscuridad de búsqueda pastoral es que los jóvenes más que de símbolos están necesitados de testigos vivientes, que compartan con ellos “ese otro modo de ser con Jesús en el mundo actual”.