He tenido durante una semana un encuentro con 20 sacerdotes jóvenes del Vicariato de Jaén (Perú), mi papel era de animador de una propuesta concreta: “Un nuevo estilo de comunicación para renovar nuestras relaciones”.
Nuestras diferencias eran evidentes por edad, cultura, formación… Ellos son del norte del Perú, con una gran parte del Vicariato en plena selva amazónica, de raíces rurales y en contacto directo con las gentes de los ‘caseríos’, donde termina de llegar la luz y empiezan a aparecer los primeros celulares; con una religiosidad popular muy arraigada…
En cambio yo, procedente de una Europa secularizada, laica y plural y teniendo muy asumido que ésta es nuestra tierra y nuestra cultura y convencido de que no tendremos las preguntas claras ni en lo social, ni en lo cultural, ni en lo religioso, ni en lo eclesial, mientras no hagamos “duelo a la cristiandad”, como una forma de ser que ha sido un medio que ha nos ha servido para vivir y expresar nuestra fe cristiana, pero que hoy no es que no nos sirve, es que no nos puede servir…
Creo que queda constancia de que éramos diferentes. Sin embargo nos hemos sentido acogidos, así coincidíamos en nuestra manifestación pública al final del encuentro. Una de las principales causas, entre otras, es porque nos hemos planteado algo esencial en la vida: “vivir es comunicarse”; nos hemos servido de instrumentos y medios prácticos que nos facilitaban la comunicación con nosotros mismos, entre nosotros y, sobre todo, nos hemos acercado al Evangelio para tomar como referente a Jesús, como maestro de comunicación, porque decía lo que vivía, empleaba el lenguaje de la gente, partía de los hechos de la vida cotidiana y, en sus parábolas, hemos visto el método para comunicarnos tanto en el campo como en la ciudad, tanto en una religiosidad heredada, como en una sociedad secularizada y, hasta de una creciente indiferencia religiosa (¿indiferencia de qué religiosidad? – me pregunto yo)…
Concluyo diciendo: “es posible sin renunciar a lo propio sentirse unido a otras personas”.
Queridos amigos: ¡que dificil es vivir y hablar con Dios en Catalunya¡ , pero afortunadamente todavia tenemos la suerta de encontrar «islas» donde se intenta vivir la FE sin que tengamos que ser «cristianos de EMAUS». Que gran ejemplo nos da la parábola, y cuanto nos cuesta darnos cuenta de que EL es nuestro único camino,verdad y vida. Los que tenemos la suerta de estar en contacto con los jóvenes matrimonios, que pena nos da a veces de ver lo lejos y lo perdidos que van por el mundo espiritual, que falta de esperanza se observa en sus ojos, ávidos de explorar una vida juntos, pero con grandes carencias de esperanzas, de conocimientos y de sacrificio. Rogemos un poco por estas nuevas parejas, para que sigan buscando y no se cansen NUNCA, para que busquen siempre soluciones en lugar de problemas, para que busquen y encuentren a Cristo. Un abrazo a todos.
Con la intención de aportar mi granito de arena y mi comentario, puedo decir que es incuestionable que toda relación humana tiene que estar basada en un profundo respeto hacia las otras personas, pues pienso que nadie es mejor que nadie, ni nadie está en posesión de la verdad abosoluta, todas las opiniones son válidas y nos enriquecen. Cuando falla ese respeto y ese saber escuchar a los demas, la comunicación no es posible. Como dice nuestra queria amiga Ana, que mejor ejemplo que JESÚS, maestro de la comunicación y del respeto, y mas cuando el Evangelio de JESÚS, es totalmente aplicable a nuestros días de hoy, está en plena actualidad. Si nos preocupa la sociedad de hoy y sus problemas no tenemos mas que seguir su enseñanzas y ejemplos.
Vuestro planteamiento:»vivir es comunicarse» y usar distintos instrumentos para ir consiguiéndolo es parte del éxito de vuestro encuentro.
He experimentado en varias ocasiones, con distintos grupos de personas diferentes (no con tanta variedad como nos cuenta Nacho) que es posible comunicarse, llegar a elaborar pequeños proyectos y «sentirnos unidos sin renunciar a lo propio». Nos ha ayudado, la necesidad de seguir buscando y una buena dosis de humildad y respeto.
Un acercamiento al Evangelio y a Jesús,tomándolo como maestro de la comunicación, es una carencia muy frecuente en nuestras reuniones eclesiales de distintas temáticas. A veces utilizamos un lenguaje poco actual y que cuesta casarlo con nuestro día a día.
Hoy voy a repasar un poco el lenguaje que usaba Jesús para saborearlo y encontrar métodos sencillos que favorezcan la comunicación con las criaturas que compartimos inquietudes en un camino de búsqueda.