En el lenguaje nos ocurre que las palabras, como en otras tantas cosas de la vida, llega un momento en que se quedan vacías de contenido, tal vez porque cambia el contexto, o porque no expresan la vivencia que contenían, o porque evocan vivencias negativas… Eso es lo que nos ocurre, en mi opinión, con la palabra “cuaresma”.
¿Qué sentido tiene cuando decimos: “Comienza el tiempo de cuaresma”? Esta expresión tenía su sentido en la época de cristiandad en la que la iglesia marcaba el calendario litúrgico y también el socio-laboral, pero hoy solamente se salva la “navidad” que compagina con “vuelve a casa por navidad” y “semana santa, que compite con “vacaciones de primavera”.
Considero que todos los esfuerzos por querer revitalizar el “catecumenado social” resultan bastante frustrantes. El “catecumenado” en la Iglesia antigua era el proceso que las personas seguían hasta llegar a la confesión de fe, era un largo itinerario personal hasta ser acogido en la Iglesia. Pero el calificativo “social” pone de relieve que el proceso se ofrece abiertamente a todos sin distinción al conjunto de los bautizados (no digo creyentes) para fortalecer el conocimiento de los misterios de la fe. Este proceso podía tener sentido en el marco de una cristiandad, pero no en la situación actual, en una sociedad secular, pluralista y globalizada.
Lo que hoy urge es ofrecer verdaderos itinerarios de iniciación en la fe, cosa que en el catecumenado social se daba por supuesto. Es decir, se parte de la hipótesis de que todas las personas tienen fe, lo que es necesario es formarla. Esa presunción está muy arraigada y apenas si se están comenzando, de forma aislada, esos procesos de iniciación.
La pregunta que yo mismo, agente de pastoral, me he hecho muchas veces es ésta: ¿Qué puedo hacer desde ahora? ¿Cómo ir recuperando el eslabón perdido de la iniciación? Lo primero será tomar conciencia y ahondar en la propia experiencia de fe, lo segundo informarme del proceso de iniciación y tratar de impregnar del espíritu iniciático todos mis encuentros, acciones pastorales, celebraciones, los tiempos litúrgicos y un largo etcétera.
He aquí algunos núcleos que me parecen significativos para ir despertando, creando inquietud y búsqueda para ir pasando de una pastoral de mantenimiento a una pastoral de iniciación, en y desde la celebración litúrgica, que sin duda supone otros ámbitos de la pastoral. Conviene tenerlos presentes en la preparación que, como oportunidad, nos ofrece este tiempo hacia la gran fiesta Pascual:
a) Hacernos conscientes del momento presente
El tiempo en que vivimos, en el que la crisis ofrece ya bastantes dosis de “ayuno” y “penitencia”, forzados por las circunstancias, tal como hace mucho tiempo no vivíamos. No acabamos de salir del callejón a pesar de algunos buenos augu¬rios, forzados muchas veces por la propaganda política. De hecho, son muchas las familias que viven en la angustia de una situación precaria y muchos los que nos vemos for¬zados a cambiar de ritmo de vida, dejando de consumir lo que antes consumíamos. Y a ello se añade la incertidumbre del futuro, la confu¬sión de los valores, los interrogan¬tes por un presente que no está cla¬ro en muchos niveles, personales y colectivos.
b) Centrarnos en Jesús el Viviente
Lo primero y más decisivo en la celebración es confiar en el Padre como Jesús confiaba, centrarnos en lo que Jesús creyó, acercarnos a los que sufren como se acercaba él, contagiar esperanza como la contagiaba él.
Muchos cristianos viven hoy su fe ignorando ese gran proyecto que tiene Dios de ir cambiando el mundo para hacer posible una vida más humana. No saben que ese proyecto que Jesús llama el “reino de Dios” es la pasión que animó toda su vida, el objetivo de todos sus esfuerzos y también la razón de su condena.
c) Hacer de la preparación a la Pascua, un ejercicio…
El “ejercicio de cuarenta días” puede ayudarnos ya sea a renovar el compromiso bautismal en la celebración de la Vigilia Pascual, o para estimularnos a ahondar en la experiencia de fe personal con otras personas. Es pues una ocasión de cambio y renovación. Para ello tenemos recuperar ese proyecto de Jesús que se actualiza en nuestras celebraciones y se vive en la vida.
Este ejercicio está llamado a ser un estímulo para vivir con entrega a la práctica del amor solidario con el que sufre. ¿Cómo entender y vivir este tiempo en medio de la grave crisis económica que estamos sufriendo?
d) Contar con las personas participantes
Tenemos que tener muy presente a las personas pues, a veces, bajo el pretexto de que es una celebración comunitaria olvidamos que son las personas y las relaciones entre ellas las que hacen la comunidad. Tenemos que potenciar las dos dimensiones. El silencio y la participación son tan importantes como el canto y las aclamaciones, tenemos que buscar su equilibrio. Tenemos que ofrecer recursos para la interiorización como para una participación viva y activa en las celebraciones litúrgicas. No hay que dejarse llevar por la tentación de hacer lo que se hizo el año pasado, pues la gente ya no se acuerda… Para ello hay que contar con las personas, pero con creatividad y realismo.
Nacho
Gracias, P. Nacho por tu refelxión. Ojala, hagamos de verdad un ejercicio de cuarenta días y enamorarnos del proyecto del Reino de Dios e ir cambiando el mundo para hacer posible una vida más humana. saludos desde Vicariato de Jaén-Peru