OTRA PERSPECTIVA DEL AÑO JUBILAR
El Año Jubilar 2025 representa una gran oportunidad para la Iglesia y para todos los fieles. En una era marcada por la globalización y los avances tecnológicos, la convocatoria universal se ha hecho más accesible que nunca. La información fluye rápidamente, los medios permiten llegar a millones de personas y la organización de eventos masivos es más factible. Sin embargo, esta misma globalización plantea un reto importante: la dificultad de llegar al corazón de cada persona concreta.
Las grandes convocatorias que surgen «desde arriba» pueden ser poderosas en términos de visibilidad y unidad eclesial, pero corren el riesgo de quedarse en la superficie de la vida de los fieles. Muchas personas perciben estas iniciativas como algo externo, lejano, y no como una llamada profunda a la conversión personal. Si bien se ha dedicado un año de preparación en oración, también desde una perspectiva institucional, este proceso ha coincidido con el Sínodo de la Sinodalidad, diluyendo la atención y generando una sensación de dispersión en los mensajes eclesiales.
La esencia del Año Jubilar no está en los grandes eventos ni en las peregrinaciones a lugares santos, sino en la transformación interior de cada creyente. Es un tiempo de conversión, de crecimiento en la fe, de penitencia y renovación espiritual. Sin embargo, cuando la convocatoria se presenta de manera tan amplia y generalizada, es difícil que toque las motivaciones profundas de cada persona, donde radica la espiritualidad. Muchas veces, la atención se desvía hacia la logística del evento: dónde se celebrará, quién asistirá, cómo se organizará el viaje, perdiendo así el sentido profundo de la propuesta.
Para que el Año Jubilar transforme verdaderamente a los fieles, es crucial replantear la forma en que se transmite su mensaje. La conversión no surge de proclamas generales, sino del testimonio cercano y auténtico. Más que grandes eventos o eslóganes, es el ejemplo de quienes viven su fe con sinceridad y alegría lo que realmente motiva e inspira a los demás. La Iglesia debe buscar maneras creativas y personales de acercar el Jubileo al corazón de cada creyente, convirtiéndolo en una experiencia profunda y significativa.
En esta era globalizada, la Iglesia está llamada a revisar seriamente sus formas de convocatoria universal. Más allá de los eventos masivos, es urgente que el mensaje de conversión llegue de manera cercana y significativa a cada persona. Para ello, es necesario partir “desde abajo y desde dentro”, entendiendo que la verdadera renovación comienza en las comunidades locales y en la vida personal de cada creyente.
Partir “desde abajo” significa fomentar pequeñas iniciativas de evangelización en parroquias, grupos de oración y espacios cotidianos, donde la fe se transmite de persona a persona. “Desde dentro” implica que la conversión no puede ser impuesta externamente, sino que debe brotar del corazón de cada uno, a través del encuentro con Cristo en la oración, la Eucaristía y la caridad. Potenciar espacios de encuentro en lo cotidiano, fortalecer el acompañamiento personal y, sobre todo, dar testimonio de una fe viva y transformadora, es el camino para que el Jubileo, o cualquier convocatoria universal, no sea solo un evento, sino una experiencia profunda de gracia y renovación. Solo desde la autenticidad y la cercanía se podrá despertar en cada fiel el deseo genuino de vivir el Jubileo como una experiencia de gracia y renovación profunda para toda la Iglesia.
Nacho