El evangelio de Mateo (5, 13-16) nos invita a “ser”, no que “tenemos que convertirnos en sal y luz…”. Es más, nos advierte que si la sal pierde su sabor y la luz se pone debajo de un celemín no solo pierden su rasgo de identidad, sino que quedan radicalmente pervertidas.
La sal y la luz son dos formas diferentes de realizar su acción: la sal remite a una acción invisible; lo propio de la luz, en cambio, es brillar. Las dos son inseparables. De hecho Jesús luz del mundo, es también el Verbo encarnado. Continue Reading