El 31 de diciembre de 2010 salí de casa y después de un largo recorrido, hasta cruce los mares, regreso a casa, una vez más y me encuentro que es 31 de enero de 2011. Desde luego que tienen razón los que me dicen que soy un trota mundos. La verdad es que han sido tres encuentros muy diferentes y enriquecedores, sobre todo, en cuanto a relaciones humanas.
Pero lo que quiero compartir es la experiencia del paso del tiempo. Ha pasado el tiempo de una manera veloz, cuando llego a casa me encuentro que llevo un mes del nuevo año. Y me digo: ¡Cómo pasan los años!
Algunos se consuelan con pensar que los muchos años enriquecen de experiencia la vida. A mí me viene a la memoria el joven rico del Evangelio que acudió a Jesús preguntándole cómo podía conseguir una vida “eterna” porque, aunque tenía una buena fortuna en un “paraíso fiscal” y un pingüe plan de pensiones, era consciente de que nada de eso le liberaba del miedo a una vejez desdentada y temblorosa.
A Jesús debió caerle bien aquel chaval majo y voluntarioso, así que le ofreció su propia fórmula antioxidante y revitalizante:
“Sacúdete tus preocupaciones por conservar la juventud, déjaselas a los mercaderes que se dedican a vender remedios anti-edad.
Te propongo otro tesoro más allá de los espejos en que observas tus arrugas: ponte a caminar entre la gente cuyo problema no es envejecer, sino llegar a vivir.
Vente conmigo y deja que sea el Padre quien se ocupe de tus años: no te doy garantías sobre dónde vas a reclinar la cabeza cada noche, pero te aseguro que si vives así, vas a mantenerte siempre joven.
La propuesta no dio buen resultado en aquella ocasión, pero dicen que hay gente entre nosotros que sí la ha aceptado y les va de maravilla.
A mí me va la propuesta. A vosotros y vosotras ¿cómo vives el acumular años?
¡Cómo pasa el tiempo!
Yo no sé que mecanismo sigue el tiempo ni cómo pasa, pero la verdad es que pasa y en esta etapa muy aprisa.
Muy buena la reflexión del joven rico del Evangelio,estoy segura que a Jesús le cayó bien. Su propuesta bastante atrayente y un poco arriesgada para las costumbres que practicamos.
—Sacúdete las preocupaciones: de acuerdo, y ¿cómo se hace esto?, los mercaderes andan también un poco perdidos y en crisis….yo no me fio de ellos.
–Lo de ponerme a caminar entre la gente cuyo problema no es envejecer, sino llegar a vivir, si me parece más factible y sé que da resultado. Esto lo apunto para practicarlo más.
–Vente conmigo y deja que sea el Padre quien se ocupe de tus años. Si empezamos por aquí las otras dos anteriores caminan solas.
De acuerdo con estas propuestas y a practicarlas tocan.
No me preocupa en exceso acumular años, si tener la salud delicadilla, pero como hay que despachar las preocupaciones, quedan desterradas y doy gustosa la bienvenida o mejor dicho la permanencia en mi vida al Padre.