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Emigrante ocasional

A finales del mes de Marzo emigré al Perú, aunque de forma voluntaria y ocasional, allí animé unos ejercicios comunitarios a un grupo de jóvenes sacerdotes, y el resto del tiempo lo pasé con encuentros con diversas parroquias, con el Grupo local por un Mundo Mejor y diversos y variados encuentros con personas… Durante mi estancia se realizaron las singulares elecciones presidenciales y de diputados al Congreso nacional. Estuve cerca de selva amazónica y, después, tuve la oportunidad de recorrer la gran ciudad de Lima de un extremo a otro con la sensación de que me trasladaban de un “continente” a otro por sus diferencias sociales, económicas, estructurales, ecológicas, ambientales…

Mi experiencia la he vivido, en la medida de lo posible, como emigrante, a pesar de la gran acogida y la cercanía del Grupo y de las numerosas personas con las que me encontré… Pero también tuve ocasiones y tiempo para sentir la soledad de quien se encuentra en tierra extraña, de ser reconocido como diferente, distinto…, algún asomo de rechazo de “nuestros antepasados”; el tener que hacer frente, en algunas ocasiones, a preguntarte ¿y ahora qué…?

Pero, sobre todo, tuve la oportunidad de encontrarme con personas que me narraron sus propias experiencias y la de familiares y amigos que habían emigrado especialmente a América y Europa.

Pude comprobar sobre el terreno las diversas ayudas que en diferentes lugares del país reciben grupos, organismos, zonas, parroquias… de instituciones y ONGs especialmente españolas y me llamaba la atención que los donantes tenían muy claro lo que querían hacer, pero no sé si los del lugar se cumplía al que dicho ”a caballo regalado no le mires el diente”…

Todo ello me ha llevado a pensar y a cuestionarme sobre el desafío que constituye hoy el movimiento migratorio en el mundo actual globalizado y que comparto en forma de constataciones y  preguntas:

  • He comprobado que hay personas que tienen verdadera conciencia de ser ciudadanos y ciudadanas del mundo, pero por una opción clara por los desfavorecidos, llegando a ser capaces de que querer experimentar como son tratados los emigrantes cuando llegan a Europa y pasar como emigrantes, teniendo nacionalidad europea, simplemente para poder experimentar cómo son recibidos los “extranjeros”.
  • He podido constatar un déficit de acogida y la necesidad de una “cultura de las relaciones”, sobre todo, con el que “no es de los nuestros”, aunque también se da “entre los nuestros”.
  • Me pregunto si la solidaridad que estamos realizando en favor de los llamados países menos desarrollados si no hay mucho de paternalismo, al no tomar como verdaderos interlocutores a los emigrantes, sino que los miramos como meros destinatarios y beneficiarios… contando muy poco con la singularidad de su cultura, así como sus posibilidades y recursos propios, de sus propias capacidades…  que sin duda favorecen la dependencia, la sumisión, la baja autoestima, pero no la autonomía, la responsabilidad para asumir su situación y afrontar su futuro.
  • Me pregunto, también, si algunas organizaciones sociales del primer mundo, que proclaman y publicitan grandes fines sociales y con destinatarios bien concretos: “atención a niños de la calle”; “proyecto de potabilización del agua…, las ayudas concretas no llegan en su totalidad a sus verdaderos destinatarios, sino que buena parte se quedan en la misma organización, por su misma configuración y estructuración.
  • Sospecho que las organizaciones, que son tan numerosas, creo que demasiadas,  tienen que evitar el querer hacer su propia obra, de forma independiente y sin tener en cuenta el bien común y ayudar a tomar conciencia de que su situación social no es “algo natural”, sino que es fruto de la injusticia social y de la corrupción existente…
  • Finalmente, creo que tenemos que replantearnos la acogida de los emigrantes que llegan a los países desarrollados. Hay que verlos y sentirlos como personas que lo primero que necesitan es acogida, por eso tenemos que desterrar la sospecha de que vienen a quitarnos algo nuestro como prejuicio bastante generalizado. Ser conscientes que, hoy por hoy, no solamente los necesitamos sino que es un derecho humano, y que por eso les tenemos que tratar con equidad, justicia y caridad.     

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